Capítulo #43 Final

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Las semanas siguientes fueron un torbellino de tensión y preocupación para Jennie. Observó cómo Lisa se sumergía cada vez más en el estudio de los balances de la empresa, abandonando su rutina diaria y su bienestar personal.

La habitación de Lisa se convirtió en un mar de papeles y documentos, con cafés fríos y platos vacíos esparcidos por todas partes. Lisa apenas dormía, apenas comía, y su aspecto reflejaba la fatiga y el estrés que estaba acumulando.

Jennie intentó hablar con Lisa, intentó hacerla ver que se estaba excediendo, pero Lisa no la escuchaba. Estaba obsesionada con descubrir la verdad detrás de los balances y no dejaba que nada la distrajera.

Jennie se sintió impotente, sin saber cómo ayudar a Lisa. Cada vez que intentaba acercarse, Lisa la rechazaba, diciendo que no tenía tiempo para nada más que el trabajo.

La relación entre ellas comenzó a resentirse. Jennie se sentía ignorada y sola, y Lisa se sumía cada vez más en su mundo de números y documentos.

Finalmente, Jennie tomó la decisión de tomarse un descanso de la compañía de Lisa. No podía seguir viendo cómo se autodestruía sin hacer nada para evitarlo.

—Lisa, tengo que irme —dijo Jennie, con una mezcla de tristeza y determinación.

Lisa levantó la vista de sus papeles, con ojos suplicantes. —No te vayas, Jennie. Por favor —dijo Lisa, con voz débil.

Jennie resistió a la mirada de Lisa, a los apodos cariñosos que siempre la hacían flaquear.

—No puedo seguir así, Lisa. Necesito un descanso —dijo Jennie, firme.

Lisa intentó retenerla, pero Jennie se mantuvo firme. Se despidió de Lisa y regresó a su departamento, sintiendo una mezcla de alivio y tristeza.

Al cerrar la puerta detrás de sí, Jennie no pudo evitar preguntarse cuánto tiempo más podría mantenerse alejada de Lisa, y si alguna vez podrían recuperar la conexión que una vez tuvieron.

Después de dejar la casa de Lisa, Jennie se sumió en un duelo profundo. La separación había sido necesaria para su propia supervivencia emocional, pero no podía evitar sentir un vacío en su corazón.

Lloró durante días, incapaz de contener las lágrimas que brotaban cada vez que pensaba en Lisa. La echaba de menos, la echaba de menos con una intensidad que la sorprendía.

Pero cada día, sin falta, Lisa la llamaba por teléfono. Jennie sabía que era para asegurarse de que estaba bien, para ofrecerle su apoyo y cariño. Sin embargo, no podía permitirse debilitarse.

—Estoy bien, Lisa —decía Jennie, fingiendo una tranquilidad que no sentía.

¿Seguro que estás bien, mi chiquita? —preguntaba Lisa, con voz llena de preocupación.

Jennie se ponía rígida, rechazando cada muestra de cariño.

—Sí, estoy bien. No te preocupes por mí —respondía Jennie, intentando sonar firme.

Lisa no se daba por vencida. Seguía llamando, seguía preguntando, seguía ofreciendo su amor y apoyo. Pero Jennie se mantuvo distante, temiendo que si se dejaba llevar por sus emociones, podría perder la fuerza para mantenerse alejada.

Las noches eran las peores. Jennie se despertaba en medio de la oscuridad, con la sensación de que Lisa estaba a su lado, pero al extender la mano, solo encontraba vacío. Lloraba en silencio, rogando para que el dolor se calmara pronto.

Pero el dolor no se calmaba. Solo parecía crecer, como una herida abierta que no podía sanar. Jennie sabía que necesitaba tiempo, necesitaba espacio para sanar, pero una parte de ella temía que nunca podría olvidar a Lisa, que nunca podría dejar de amarla.

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