Distracciones en la oficina: Parte 2

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El ambiente se tornó eléctrico, y cada beso entre Claudia y Jesús parecía llevarlos más allá de los límites de la realidad. La oficina, con sus paredes frías y ordenadas, se transformó en un santuario de pasión y deseo. Las preocupaciones del mundo exterior parecían desvanecerse mientras se entregaban uno al otro.

Claudia, sintiendo cómo el ritmo de su corazón aceleraba, se dejó llevar por la intensidad del momento. Las manos de Jesús exploraban su cuerpo con una ternura y fervor que la hacían olvidar todo lo demás. Aquel espacio, normalmente lleno de papeles y burocracia, ahora vibraba con la energía de su conexión.

—No sé cuánto tiempo tenemos —susurró ella, sus labios casi tocando los de él.

—No importa —respondió Jesús, con una sonrisa traviesa. —Este momento es nuestro. Solo vive en el aquí y ahora.

Mientras sus labios se encontraban nuevamente, la puerta de la oficina chirrió de manera ominosa. Ambos se separaron abruptamente, el pulso disparado por la adrenalina. El eco de pasos resonó en el pasillo. Claudia y Jesús intercambiaron miradas de preocupación, conscientes de que su momento de privacidad podría estar a punto de terminar.

—Rápido, vuelve a tu silla —dijo Claudia, enderezándose mientras trataba de mantener la calma.

Sin embargo, mientras Jesús se apartaba, Claudia sintió una oleada de determinación. Había algo en ese instante que no podía dejar escapar, una conexión que no podía permitirse interrumpir.

—Espera —dijo, tomando la mano de Jesús. —No quiero que esto termine.

El gesto sorprendió a Jesús, quien la miró con curiosidad y deseo. Claudia se acercó a la puerta y la cerró con un suave golpe, asegurándose de que estuvieran solos. El sonido del cerrojo resonó en la habitación, cerrando las puertas al mundo exterior.

—¿Qué haces? —preguntó Jesús, su sonrisa amplia y juguetona regresando.

—Estoy cansada de tener que ocultar lo que siento. Este momento es nuestro, y no quiero que nada ni nadie lo interrumpa —respondió Claudia, mirándolo a los ojos con una firmeza que dejaba claro que no había vuelta atrás.

Jesús no pudo evitar sonreír ante la determinación de Claudia.

—Eres increíble —dijo, acercándose de nuevo a ella.

Los labios de Claudia se encontraron con los de Jesús una vez más, y el calor de su abrazo envolvió el espacio. En ese momento, todo lo que había fuera de esas paredes se desvaneció, y el mundo se limitó a ellos dos.

Se sentaron juntos en el sofá pequeño que había en la oficina, su cercanía transformando el ambiente en uno de complicidad y deseo. Las manos de Jesús comenzaron a explorar su espalda, trazando líneas invisibles que despertaban cada fibra de su ser. Claudia cerró los ojos, disfrutando de la calidez y la protección que él le ofrecía.

—No deberíamos —dijo ella, pero su voz se ahogó en un susurro mientras se dejaba llevar por la intensidad de su conexión.

—¿Y si alguien nos ve? —preguntó Jesús, pero sin preocupación, como si el riesgo lo excitara aún más.

Claudia sintió cómo su corazón latía más rápido. El riesgo de ser descubiertos solo intensificaba su deseo, y el peligro se volvía una parte de la atracción que compartían. Sin más palabras, se inclinó hacia él, sus labios encontrándose en una danza apasionada que los llevó a perderse en el momento.

El sonido de un teléfono móvil interrumpió el silencio, pero esta vez, Claudia decidió ignorarlo. El deseo que la consumía era más importante que cualquier llamada de trabajo.

En otro universo: Claudia y Jesús Donde viven las historias. Descúbrelo ahora