Tangolunda

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La tarde caía lentamente sobre Tangolunda, pintando el cielo con tonos cálidos de naranja y púrpura. La campaña presidencial de Claudia la había llevado a recorrer cada rincón del país, y esa noche, los aplausos y vítores resonaban en sus oídos como un eco lejano, mientras su corazón latía fuerte por la emoción de estar allí, en ese lugar que tantos recuerdos le traía. El rostro de Claudia irradiaba energía mientras saludaba a la gente, sus ojos chispeaban con la adrenalina del momento. Para muchos, ella era una líder, una mujer fuerte, pero para Jesús, que la miraba desde la distancia con una mezcla de orgullo y nostalgia, ella era mucho más. Era su pasado, su presente y, más que nunca, su futuro.

La plaza estaba abarrotada. Claudia caminaba entre la multitud, estrechando manos, tomándose fotos, escuchando palabras de aliento y esperanza. Su sonrisa nunca se apagaba, pero en su mente, mientras avanzaba, algo más bullía bajo la superficie. Jesús estaba a su lado, caminando unos pasos detrás, observándola como siempre lo hacía, en silencio, con esa calma y seguridad que solo él podía transmitir. A veces, algunos se acercaban a él, pidiéndole fotos o estrechándole la mano, reconociéndolo como el hombre que estaba junto a la mujer más poderosa del país. Él sonreía, siempre humilde, siempre secundario, pero Claudia sabía que sin él, su fortaleza no sería la misma.

El mitin fue emocionante, lleno de discursos apasionados y promesas que arrancaban aplausos y ovaciones. Claudia habló durante casi una hora, su voz resonando en cada rincón, sus palabras encendiendo esperanzas en aquellos que creían en ella. Pero mientras hablaba, su mente volvía, una y otra vez, al lugar donde se encontraban, al mar que podía oír a lo lejos, al recuerdo de un viaje que habían hecho muchos años atrás, cuando todo era más simple, cuando el amor que sentían era tan nuevo como el aire que respiraban.

Al terminar, ambos se despidieron de la multitud, agradeciendo el apoyo con sonrisas y manos alzadas. Se dirigieron al hotel en silencio, cansados por el esfuerzo del día, pero también por la emoción que aún latía en sus corazones. Las luces de la campaña se iban apagando una a una, pero la brisa suave del mar, que soplaba en la distancia, les llamaba, como un susurro. Claudia y Jesús, sin necesidad de hablarlo, decidieron salir a caminar, a despejarse de las responsabilidades, aunque fuera por unos momentos.

El sonido del mar los recibió al llegar a la playa, un sonido familiar y reconfortante. Tangolunda. Ese nombre resonaba en la mente de ambos como un eco del pasado. Caminaban despacio, uno al lado del otro, sintiendo la suavidad de la arena bajo sus pies y la brisa fresca que les acariciaba el rostro. El cielo estaba despejado, y la luna, redonda y llena, iluminaba el paisaje con una luz suave y plateada. Era una noche perfecta, de esas que parecen sacadas de un sueño, donde todo parece detenido en el tiempo, donde solo importa el presente.

Jesús, con las manos en los bolsillos, miraba el horizonte en silencio. A su lado, Claudia caminaba a paso lento, disfrutando de la tranquilidad del momento, aunque su mente no dejaba de viajar al pasado. El sonido del mar, el olor de la sal en el aire, todo le recordaba a ese primer viaje que hicieron juntos cuando eran jóvenes, cuando sus corazones eran todavía inexpertos en el amor, pero llenos de una emoción que no sabían cómo manejar.

Finalmente, Jesús se detuvo. Miró a Claudia con una sonrisa que mezclaba melancolía y ternura, una sonrisa que hablaba de años de pensamientos no expresados, de sentimientos que habían quedado dormidos pero que nunca se extinguieron por completo.

—¿Te acuerdas de la primera vez que vinimos aquí? —preguntó en voz baja, como si el mar y el viento pudieran llevarse sus palabras antes de que Claudia las escuchara.

Claudia se detuvo también, sintiendo cómo su corazón daba un vuelco ante la pregunta. ¿Cómo no iba a recordarlo? Ese viaje, tantos años atrás, había sido uno de los momentos más importantes de su vida. Volvió la mirada hacia el mar, viendo en sus aguas las sombras de lo que una vez fueron. Asintió despacio, y su voz salió suave, casi quebrada por la emoción.

En otro universo: Claudia y Jesús Donde viven las historias. Descúbrelo ahora