Claudia había estado esperando este momento durante cuatro largos meses, desde que la llegada de su bebé transformó su mundo. El aroma a café recién hecho que una vez impregnaba su oficina ahora se entremezclaba con el suave olor a leche y jabón de bebé. Mientras caminaba por el pasillo, sentía una mezcla de nerviosismo y emoción, como si cada paso resonara con la incertidumbre de lo que le esperaba.Al abrir la puerta de su oficina, la visión familiar de documentos desordenados y una computadora parpadeante la recibió. Se sentó en su escritorio, inhalando profundamente, y sintió que el peso de la responsabilidad comenzaba a abrumarla. ¿Cómo podría volver a la normalidad después de todo lo que había pasado? Sin embargo, estaba decidida a intentarlo. Claudia revisó los correos acumulados, y entre ellos encontró felicitaciones de colegas que expresaban su alegría por su regreso.
No obstante, la alegría se desvaneció rápidamente cuando el llanto del bebé resonó en la oficina. Claudia se tensó, el corazón se le aceleró. Era un sonido que le provocaba una mezcla de desesperación y ternura. Se levantó de un salto y corrió hacia la cuna, donde su pequeño estaba estirando los brazos, buscando consuelo.
"¿Qué te pasa, cariño?", murmuró, levantándolo con delicadeza. La conexión que compartía con él era intensa, y aunque la tristeza y el cansancio la invadían, el amor que sentía la hacía sentir viva. Mientras lo alimentaba, el llanto se convirtió en un suave murmullo, y Claudia comenzó a hablarle, contándole sobre su día y sobre lo que había hecho antes de su llegada.
La paz de ese momento se rompió bruscamente cuando escuchó un toque en la puerta. La asistente entró con un rostro serio. "Claudia, la reunión comienza en unos minutos", informó con una mirada que mezclaba preocupación y sorpresa al ver al bebé en sus brazos.
Claudia sintió que el pánico se apoderaba de ella. "No puedo dejarlo aquí", pensó, sintiendo que su corazón se desgarraba entre su deber como madre y su responsabilidad profesional. Sin pensar en las consecuencias, decidió llevar al bebé a la reunión.
Un nudo se formó en su estómago mientras salía de su oficina, el pequeño en brazos. La preocupación crecía con cada paso, y cuando llegaron a la sala de reuniones, el llanto del bebé llenó el aire, resonando en las paredes. Las miradas de sus colegas se dirigieron a ella, la sorpresa y la incredulidad en sus rostros eran evidentes.
"Lo siento, no esperaba que esto sucediera", dijo Claudia, mientras intentaba calmar al pequeño que seguía llorando. La reunión comenzó, pero su mente no podía concentrarse en los números y las presentaciones. Se sentía expuesta, como si todos la estuvieran juzgando por su decisión de llevar a su hijo.
A medida que la discusión avanzaba, el llanto del bebé se volvía más insistente. Claudia lo acunó en sus brazos, balanceándolo suavemente. "Cálmate, cariño. Mami está aquí", murmuró, sintiendo que las lágrimas amenazaban con brotar de sus ojos. Intentó seguir el hilo de la conversación, pero era imposible.
Cada vez que miraba a su alrededor, notaba las miradas curiosas de sus colegas. Algunos parecían comprensivos, pero otros se notaba que estaban incómodos. Claudia se sintió atrapada en una red de expectativas, luchando entre su papel como madre y su papel como profesional.
El llanto del bebé resonaba en sus oídos, y, aunque intentaba ocultarlo, el cansancio comenzaba a pesarle. "¿Por qué me siento así? Debería estar feliz de estar de vuelta", pensó, mientras su corazón se retorcía con la angustia de no poder atender a su hijo. En ese momento, decidió que no podía continuar así.
En un arranque de determinación, se levantó. "Disculpen, creo que necesito un momento", dijo, su voz firme a pesar de la tristeza que la envolvía. Se despidió de sus colegas y salió de la sala, el pequeño en brazos.
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En otro universo: Claudia y Jesús
RandomPequeñas historias de Claudia y Jesús. El amor siempre vive entre ellos dos.