El sol ya se había puesto sobre Bogotá cuando Claudia y Jesús llegaron al Palacio de Nariño para una reunión crucial con Gustavo Petro. Ambos líderes habían estado trabajando para fortalecer las relaciones bilaterales entre sus países, enfocándose especialmente en temas económicos. Desde que Claudia había asumido la candidatura presidencial, sus viajes internacionales habían sido frecuentes, y este en particular era de suma importancia.
Los amplios salones del palacio, decorados con retratos de figuras históricas, daban un aire solemne a la reunión. Petro los recibió con una sonrisa afable, dispuesto a dialogar sobre temas tan delicados como la cooperación energética, el comercio regional y las políticas de desarrollo sostenible que ambos países estaban interesados en implementar.
“Estamos en un momento crucial para nuestras economías,” comenzó Petro, dirigiéndose tanto a Claudia como a Jesús, quien había asistido como su asesor personal en asuntos financieros. “Es imperativo que trabajemos juntos para generar soluciones innovadoras. La interdependencia es clave, sobre todo frente a las crisis globales que hemos atravesado.”
Claudia asintió. “Coincido, Gustavo. Ambos países comparten desafíos similares en cuanto a la desigualdad económica y la transición hacia energías renovables. Creo que si logramos alinear nuestras estrategias, no solo podríamos beneficiarnos mutuamente, sino también liderar la región en estos temas.”
Jesús, siempre atento a los números y las proyecciones, intervino con datos precisos. “Los análisis que hemos hecho sugieren que una colaboración más estrecha en la industria energética podría reducir los costos de inversión en al menos un 15% en los próximos cinco años, si optimizamos los procesos de intercambio de tecnología.”
La reunión fue avanzando sin contratiempos, con propuestas sólidas y planes realistas que ambos equipos discutieron con entusiasmo. Al final, después de un par de horas de debates y acuerdos preliminares, Petro, siempre el anfitrión cálido, les ofreció quedarse para una cena en el propio palacio.
“Sería un honor que se quedaran a cenar,” dijo Petro, esbozando una sonrisa relajada. “Es raro que tengamos la oportunidad de hablar de forma más distendida después de tantas reuniones serias.”
Claudia miró a Jesús, buscando su aprobación. Jesús, aunque más cansado, asintió suavemente. Sabía que las cenas informales a menudo llevaban a conversaciones que podían ser tan importantes como las reuniones formales.
La cena se llevó a cabo en uno de los salones más pequeños del palacio, más íntimo y acogedor. La mesa estaba servida con platos típicos de la gastronomía colombiana: arepas, carne asada, frijoles, y ají. El ambiente era cómodo, distendido, y por un momento, todos dejaron de lado el lenguaje diplomático.
“Bueno, ahora que podemos relajarnos un poco,” dijo Petro mientras tomaba un sorbo de vino, “tengo que compartir algo curioso que vi en internet. Resulta que hay gente que se ha dedicado a emparejarnos a ti y a mí, Claudia. Dicen que seríamos una pareja poderosa, que habríamos sido imbatibles en política, ¡o algo así!” Soltó una carcajada, claramente disfrutando de la anécdota.
Claudia levantó las cejas, sorprendida, pero rió junto con él. “No sabía eso. Es increíble lo que la gente puede inventar. La creatividad no tiene límites, al parecer.”
Sin embargo, Jesús no se unió a la risa. Aunque se esforzaba por mantener una expresión neutral, algo se removió en su interior. Sabía, desde hacía mucho tiempo, que Claudia y Petro habían compartido años de lucha en un mismo movimiento político cuando eran jóvenes. Habían peleado codo a codo por sus ideales, y aunque nunca le había dado demasiada importancia, los comentarios de Petro empezaban a despertar en él una ligera incomodidad.
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En otro universo: Claudia y Jesús
De TodoPequeñas historias de Claudia y Jesús. El amor siempre vive entre ellos dos.