Claudia estaba en su oficina, rodeada de papeles y documentos que necesitaban su atención. El sonido del teclado resonaba suavemente mientras revisaba informes. La luz del sol se filtraba a través de las ventanas, creando un ambiente cálido y acogedor. Con una mano organizaba documentos y con la otra sostenía a su pequeño, que apenas tenía ocho meses. El bebé estaba cómodamente apoyado contra su pecho, su cabecita descansando en la suave tela de la camisa de Claudia, mientras sus deditos agarraban firmemente la tela como si fuese su punto de anclaje en el mundo.
—Mamá está ocupada, pequeño, pero siempre tienes un lugar especial aquí —susurró Claudia, acariciándole la cabeza. Su voz era suave, llena de amor, mientras el bebé la miraba con curiosidad, sus ojos brillando como si entendieran cada palabra. Ella sonrió, sintiéndose afortunada de poder combinar su trabajo y la maternidad.
A medida que el día avanzaba, el trabajo no parecía tan abrumador. Con un profundo suspiro, Claudia tomó un descanso y se acomodó en la silla para alimentar a su pequeño. Con una habilidad que había perfeccionado en estos meses, levantó la parte de su blusa y comenzó a darle de comer. La oficina, normalmente un lugar lleno de actividad, se llenó de un silencio reconfortante, solo interrumpido por el suave sonido de su pequeño disfrutando de su comida.
—¿Sabes? Esto es multitasking en su máxima expresión —dijo Claudia con una sonrisa, mirando a su pequeño mientras él la miraba fijamente, su rostro lleno de satisfacción. Con cada sorbo, sus ojos brillaban, y él soltó un pequeño gorgoteo, como si estuviese intentando participar en la conversación.
Después de unos minutos, el bebé dejó de alimentarse, y con una risita juguetona, comenzó a tocarle el rostro a su madre. Claudia no pudo resistir la tentación de jugar con él.
—¿Estás tratando de hacerme cosquillas, pequeño? —preguntó entre risas mientras le hacía cosquillas en los costados, haciendo que él se retorciera de risa. El sonido de su risa era la música más dulce para sus oídos.
A las cuatro de la tarde, el trabajo no parecía tan urgente. Claudia miró el reloj y decidió que era hora de un cambio de escenario. Se levantó, sintiendo el suave peso de su pequeño en sus brazos.
—Vamos a dar un paseo, mi amor. Necesitamos un poco de aire fresco —le dijo mientras lo alzaba, disfrutando de la cercanía que le brindaba tenerlo tan cerca.
Salieron de la oficina y se dirigieron al centro comercial. La brisa era refrescante y el cielo se pintaba de tonos dorados y rosados con el atardecer. Claudia disfrutaba del aire en su rostro, mientras su pequeño miraba alrededor, curioso por todo lo que le rodeaba.
Una vez dentro del centro comercial, Claudia se sintió un poco abrumada por la variedad de ropa para bebés. Sin embargo, la emoción de elegir algo nuevo para su pequeño la mantenía motivada. Se detuvo en una tienda colorida llena de pequeñas prendas adorables.
—Mira, cariño, ¿qué te parece este? —preguntó, sosteniendo un pequeño overol de mezclilla con estampados de animales. El bebé la miró con interés, como si estuviera opinando sobre su elección. Claudia rió ante la idea de que su hijo pudiera tener una opinión.
Tras unos minutos de buscar, encontró varias prendas que le parecieron perfectas: un conjunto de camiseta y pantalones cortos con dibujos de dinosaurios, una suave chaqueta de lana, y unos calcetines de colores vibrantes. Sintiéndose satisfecha, se dirigió a la caja para pagar. Mientras esperaba, el pequeño comenzaba a inquietarse, moviendo sus manitas y emitiendo pequeños sonidos de impaciencia.
—Ya casi terminamos, pequeño, paciencia —le dijo, dándole un suave beso en la frente.
Después de encontrar todas las prendas que había querido, decidieron tomar un descanso en un restaurante cercano. La luz del atardecer iluminaba la habitación con un resplandor suave y dorado. Claudia se sentó en una mesa junto a la ventana, acomodando a su pequeño en su regazo.
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En otro universo: Claudia y Jesús
RandomPequeñas historias de Claudia y Jesús. El amor siempre vive entre ellos dos.