El accidente: Alternativo

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Claudia estaba en su oficina, concentrada en su trabajo. A pesar de su embarazo de siete meses, no había dejado de lado sus responsabilidades. Su pequeño se hacía notar con suaves movimientos que la llenaban de ternura, recordándole constantemente que una nueva vida crecía en su interior. Mientras redactaba documentos y organizaba tareas, caminaba de un lado a otro, revisando pendientes y haciendo pausas ocasionales para comer un bocadillo. El día parecía uno más de los muchos que había tenido últimamente: ocupado, pero lleno de expectación. Jesús le había prometido acompañarla a la hora del almuerzo, un pequeño ritual que ambos habían adoptado desde que ella había vuelto a la rutina.

Pero el reloj avanzaba y Jesús no aparecía. Claudia miraba su teléfono de reojo, esperando el mensaje o la llamada que le anunciara que estaba en camino. Las horas pasaban lentamente, y la preocupación comenzaba a instalarse en su pecho. **"Tal vez tuvo una reunión de último minuto"**, pensó para tranquilizarse. Era algo que había ocurrido antes; ambos tenían agendas ocupadas y los imprevistos eran comunes. Sin embargo, esta vez algo se sentía distinto.

Para distraerse, decidió acercarse a sus compañeros. Conversaron sobre su embarazo, y Claudia, con una sonrisa nostálgica, acariciaba su pancita mientras escuchaba los comentarios y consejos de sus colegas. Sus amigos le preguntaban por el nombre del bebé, por los preparativos, e incluso bromeaban con la idea de que el pequeño ya estuviera dando señales de tener el carácter fuerte de sus padres. Las risas llenaban la sala, pero en su interior, Claudia no podía quitarse de la mente la ausencia de Jesús.

De repente, el sonido del teléfono rompió la conversación. El tono era diferente, más estridente de lo habitual. Claudia tomó su celular y miró la pantalla: un número desconocido. **"¿Quién será?"**, pensó. Dudó por un instante antes de contestar.

—¿Hola? —dijo, con un nudo en el estómago.

Al otro lado de la línea, una voz apresurada y nerviosa habló:

—¿Es usted la señora Claudia? Lamento informarle que Jesús ha sufrido un accidente... ha sido grave... —las palabras se atropellaban, y Claudia sintió como el mundo a su alrededor se paralizaba—. Está en el hospital... su estado es crítico. Necesitamos que venga lo antes posible.

El teléfono casi se le resbaló de las manos. Su corazón latía con fuerza, desbocado. **"Jesús... no, no puede ser"**, pensaba, mientras intentaba procesar lo que acababa de escuchar. La respiración se le aceleró, y la sensación de inquietud que había estado intentando ignorar durante toda la mañana ahora la envolvía por completo. Sin darse cuenta, sus manos se aferraron instintivamente a su vientre, protegiendo a su bebé, mientras su mente trataba de mantenerse lúcida en medio del caos.

—¿Dónde está? —preguntó, su voz apenas un susurro.

—En el hospital central. Ha sido un accidente muy fuerte. Están haciendo todo lo posible, pero... —la voz al otro lado titubeó—, su estado es muy delicado.

Claudia colgó sin decir más. Sentía que su cuerpo no respondía, que cada músculo estaba tenso y paralizado. Los compañeros que la rodeaban notaron su palidez y se acercaron inmediatamente, preocupados.

—¿Qué pasó, Claudia? —le preguntó uno de ellos, con el rostro lleno de preocupación.

—Es... es Jesús. Ha tenido un accidente... —su voz temblaba. No podía decir más.

Sus compañeros la ayudaron a sentarse mientras llamaban a alguien para que la llevara al hospital. Claudia, todavía en shock, acariciaba su vientre. **"No puedo perderlo. No ahora"**, pensaba una y otra vez. Los minutos se hicieron eternos hasta que finalmente un coche llegó para llevarla al hospital.

En otro universo: Claudia y Jesús Donde viven las historias. Descúbrelo ahora