Como la primera vez

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Claudia y Jesús disfrutaban de una tarde de otoño que parecía sacada de un cuento. Se encontraban en un parque de reserva natural, rodeados de árboles que lucían sus hojas en tonos dorados y anaranjados, mientras el aire fresco les acariciaba la piel. Era asombroso pensar que, tras treinta años, sus caminos se habían cruzado nuevamente. Ahora, estaban decididos a no dejar que nada los separara.

Claudia, con su chaleco oversize color celeste que caía suavemente sobre su figura, lucía radiante. Sus pantalones de tela recta negros realzaban su elegancia casual, y sus botas características daban un toque de personalidad a su atuendo. Jesús, sin quererlo, se había vestido de manera similar, con un chaleco que coincidía en color y estilo, lo que provocó que ambos se rieran al darse cuenta.

—Mira, parecemos dos imanes de moda —dijo Jesús, sonriendo mientras entrelazaba sus dedos con los de Claudia.

—Tal vez deberíamos hacer de esto una tendencia —respondió ella con un guiño, disfrutando del juego de palabras.

Continuaron caminando, compartiendo risas y abrazos, el mundo a su alrededor desvaneciéndose. A veces se detenían para observar cómo los rayos de sol se filtraban entre las hojas, creando un juego de luces y sombras que parecía bailar sobre el suelo.

—Este lugar es mágico —comentó Claudia, inhalando profundamente el aire fresco—. Nunca pensé que podría sentirme tan tranquila aquí.

—La compañía lo hace especial —respondió Jesús, acercándose para abrazarla. Claudia se acurrucó en su pecho, disfrutando de su calidez.

Con cada paso, los recuerdos del pasado se entrelazaban con sus esperanzas para el futuro. Después de varias horas de caminar y hablar, el sol comenzaba a ocultarse en el horizonte, tiñendo el cielo de tonos rojizos y violetas.

—¿Te parece si buscamos un café? —sugirió Jesús, mirando el paisaje que se oscurecía poco a poco.

—Suena perfecto. Necesito un poco de cafeína para seguir disfrutando de este día —dijo Claudia, sonriendo con picardía.

Se dirigieron a un pequeño café que habían visto a lo lejos, una cabaña acogedora rodeada de flores silvestres. Al entrar, el aroma del café recién hecho los envolvió. La decoración rústica y las luces cálidas creaban un ambiente íntimo.

—¿Qué te gustaría tomar? —preguntó Jesús mientras se acercaban a la barra.

—Un capuchino, por favor. Y si tienen pastel de chocolate, ¡sería un bonus! —dijo Claudia, mirando el menú con entusiasmo.

—Te lo aseguro, el chocolate es imperdible —respondió Jesús, sonriendo mientras hacía el pedido.

Mientras esperaban, Claudia miró a su alrededor, observando las paredes adornadas con fotos de la ciudad en distintas épocas.

—Es un lugar encantador. Me alegra que hayamos venido —dijo, disfrutando de la atmósfera.

—Sí, me recuerda a nosotros. Un poco nostálgico, pero lleno de nuevas posibilidades —respondió Jesús, tomando su mano sobre la mesa.

El barista los llamó, trayendo sus bebidas y un trozo de pastel que parecía un regalo del cielo. Jesús le paso a Claudia su café junto con el pastel, dándole con una sonrisa.

—Por lo que veo, ¡te he hecho feliz! —exclamó, mientras ella tomaba un bocado.

—Es perfecto. Como este día —respondió ella, su rostro iluminado de alegría.

Mientras disfrutaban de su café y charlaban sobre sueños, proyectos y recuerdos compartidos, sabían que este era solo el comienzo de su historia. Una historia que había renacido de las cenizas del tiempo, floreciendo con la promesa de un futuro juntos.

En otro universo: Claudia y Jesús Donde viven las historias. Descúbrelo ahora