Desahogo parte 2

65 8 3
                                    

Jesús la miró con una sonrisa cálida mientras acariciaba su espalda. Con el bebé ahora medio dormido en los brazos de Claudia, su mirada se llenó de ternura y determinación. 

—Ya no estés triste, amor—  dijo con suavidad, inclinándose para besarle la frente.

—¿Quieres hacer algo? Lo que tú quieras, lo hacemos. Hoy es tu turno de pedir—

Claudia lo miró, un poco desconcertada. Su mente seguía cargada, pero la propuesta de Jesús, tan sencilla y sincera, le dio una sensación de alivio. Cerró los ojos por un momento y suspiró profundamente. 

—No lo sé, Jesús... siento que no tengo energía para nada—

—Entonces no hagamos nada complicado— respondió él rápidamente.

—Podemos quedarnos aquí, los tres, sin pensar en nada más. Tal vez una película, o simplemente hablar. Lo que tú quieras—

Claudia bajó la mirada al bebé, que ahora respiraba tranquilo, con su manita aún agarrando parte de su blusa.

—Tal vez... tal vez solo quiero eso. Estar aquí, con ustedes.—

Jesús asintió, comprendiendo perfectamente.

—Eso es lo mejor que podríamos hacer. Voy a preparar algo de cenar mientras tú descansas un poco con él. ¿Te parece?—

Claudia lo miró, agradecida.
—Gracias, Jesús... por siempre saber qué decir, por estar aquí—

—Siempre estaré aquí— respondió él con una sonrisa tranquila, inclinándose para besarla suavemente en los labios. Luego se levantó con cuidado y se dirigió a la cocina, dejando a Claudia con el bebé acurrucado en su regazo. 

Mientras Jesús se ocupaba, ella dejó que el silencio de la casa y la calidez de su hijo la envolvieran. Por primera vez en días, sintió que podía bajar la guardia y simplemente disfrutar de ese pequeño pero invaluable momento de paz.

Claudia observó al bebé, que dormía profundamente, con su pequeño cuerpo relajado y una expresión de absoluta calma. Sonrió al verlo tan tranquilo, tan ajeno al mundo complicado de los adultos. Con cuidado, lo acomodó en el sillón, rodeándolo de cojines suaves para asegurarse de que estuviera cómodo y seguro. Luego, le dio un beso en la frente antes de levantarse. 

Se dirigió a la cocina, donde Jesús ya estaba en acción. Lo encontró sacando ingredientes del refrigerador, con una expresión concentrada que la hizo sonreír. Era un gesto tan cotidiano, pero para ella tenía un significado especial. Jesús siempre sabía cómo hacerla sentir que todo estaba bien, incluso en los días más difíciles. 

Sin decir nada, se acercó por detrás y rodeó su cintura con los brazos, apoyando su cabeza en su espalda. Jesús se detuvo por un momento, sorprendido, y luego sonrió mientras dejaba los ingredientes sobre la encimera. 

—¿Qué pasó?—preguntó con suavidad, girando un poco para verla sin romper el abrazo. 

Claudia no respondió de inmediato. Cerró los ojos y respiró profundamente, dejando que el calor de su cercanía la reconfortara.

—Solo quería estar contigo— dijo finalmente, con una voz baja pero llena de sinceridad. 

Jesús se giró por completo, envolviéndola en sus brazos.
—Siempre puedes estar conmigo, amor—  le respondió, mirándola a los ojos. —¿Cómo te sientes ahora?—

—Mejor— confesó ella, apoyando su frente en la de él. —No sé qué haría sin ti.—

—Por suerte, no tienes que averiguarlo— bromeó Jesús, haciéndola sonreír. Luego, la tomó de la mano y señaló la encimera.

En otro universo: Claudia y Jesús Donde viven las historias. Descúbrelo ahora