Claudia miraba por la ventana del avión mientras las nubes se arremolinaban bajo ellos. Era su primer viaje juntos en años, una escapada que había anhelado desde hacía mucho tiempo. Sin embargo, no era el miedo a volar lo que la tenía inquieta; era la expectativa de tener un momento de paz junto a Jesús, lejos de las responsabilidades diarias que siempre parecían acecharlos.
Cuando el avión alcanzó la altitud de crucero, la azafata pasó ofreciendo bebidas. Claudia se tomó un momento para respirar hondo y relajar sus hombros, sintiendo que la tensión comenzaba a desvanecerse. Pero la tranquilidad duró poco. Jesús, sentado a su lado, la miró con una sonrisa juguetona.
—¿Te gustaría que habláramos de nosotros? —preguntó, inclinándose un poco hacia ella.
Claudia sintió que sus mejillas se sonrojaban. La pregunta la sorprendió, pero también la intrigó. Se mordió el labio, intentando ocultar la mezcla de vergüenza y excitación que la invadía.
—¿De qué exactamente? —preguntó, desviando la mirada hacia el pasillo, como si el paisaje aéreo pudiera ofrecerle una salida.
—De nuestra intimidad —respondió Jesús, su mirada fija y seria—. Quiero saber qué piensas y cómo te sientes.
Claudia sintió un escalofrío recorrer su cuerpo. La pregunta era directa, pero también muy íntima. Miró de nuevo a su esposo, y la sinceridad en sus ojos la hizo sentirse vulnerable, pero a la vez emocionada.
—Bueno... —comenzó, buscando las palabras adecuadas—. Creo que hemos estado tan ocupados con nuestras vidas que a veces olvidamos lo que significa ser solo tú y yo.
Jesús la observó atentamente, sus ojos brillando con interés.
—¿Y eso te preocupa? —preguntó, inclinándose aún más hacia ella, como si el espacio entre ellos se volviera más cercano.
—Sí, un poco —admitió Claudia, sintiendo su corazón latir más rápido—. A veces me siento desconectada de ti.
Jesús se quedó en silencio un momento, reflexionando. Luego, con un tono más íntimo, se atrevió a preguntar:
—Cuando estamos juntos, ¿qué es lo que más te excita de mí?
Claudia sintió un torrente de calor en su rostro. Era una pregunta intensa, pero la sinceridad en la voz de Jesús la animaba a abrirse.
—Me encanta cuando me miras de esa manera, como si fueras el único hombre en el mundo. Siento que me deseas de una forma profunda —respondió, su voz temblando ligeramente.
Jesús sonrió, complacido, pero no se detuvo ahí.
—¿Recuerdas aquella noche en la playa? —preguntó, su voz suave pero intensa—. La forma en que el viento jugaba con tu cabello mientras me mirabas, y luego cuando empezamos a besarnos.
Claudia sintió que su piel se erizaba al recordar. Esa noche había sido mágica.
—Sí... fue increíble. Nunca olvidaré cómo me hacías sentir, como si el mundo se detuviera —respondió, sus ojos iluminándose con el recuerdo.
Jesús continuó, aumentando la intensidad de la conversación.
—¿Y qué piensas cuando estamos juntos en la cama? ¿Qué es lo que realmente te hace sentir viva?
Claudia sintió un escalofrío de anticipación. Las preguntas de Jesús la hacían reflexionar sobre sus deseos más ocultos.
—Es la forma en que me tocas, como si conocieras cada rincón de mi cuerpo —dijo, su voz casi un susurro—. La manera en que me haces sentir deseada y especial al mismo tiempo. Me encanta cuando me miras a los ojos, cuando veo esa necesidad en ti.
ESTÁS LEYENDO
En otro universo: Claudia y Jesús
RandomPequeñas historias de Claudia y Jesús. El amor siempre vive entre ellos dos.