El comienzo de una divertida luna de miel: parte 2

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A la mañana siguiente, después de todas las emociones de la noche anterior, Claudia y Jesús despertaron abrazados, sus cuerpos aún entrelazados, disfrutando de la cercanía que habían compartido. La luz del sol entraba suavemente por las ventanas, llenando la habitación con una calidez reconfortante. Jesús, con una sonrisa perezosa en el rostro, acarició suavemente la espalda de Claudia y susurró:

—Deberíamos levantarnos, ¿qué te parece si nos bañamos juntos y luego vamos a desayunar?

Claudia, aún medio dormida pero con una chispa en sus ojos, asintió lentamente. Pero lo que parecía un plan sencillo rápidamente se complicó. Una vez en la ducha, la calidez del agua, el contacto de sus pieles, y las hormonas de Claudia, que estaban más desatadas que nunca, hicieron que todo se convirtiera en algo mucho más intenso. Las manos de Jesús comenzaron con suaves caricias, y pronto Claudia, incapaz de contener su deseo, se entregó a él. Se besaron con pasión bajo el agua, sus cuerpos respondiendo el uno al otro como si el tiempo no existiera.

—Esto no estaba en el plan —dijo Jesús entre risas mientras acariciaba el rostro de Claudia.

—No me quejo —respondió ella con una sonrisa traviesa, su respiración agitada.

Se demoraron más de lo previsto en la ducha, pero ninguno de los dos parecía preocupado por el tiempo. Cuando finalmente salieron, ambos con una risa cómplice, Claudia se vistió con un vestido que resaltaba cada curva de su cuerpo. Era ligero, pero elegante, y su pancita se notaba más con esa prenda que parecía hecha para ella. Jesús no pudo evitar admirarla, con una mirada que mezclaba admiración y deseo.

—Estás increíble —dijo, sus ojos recorriendo su figura.

Claudia sonrió, sintiendo el rubor en sus mejillas. —Gracias, tú tampoco te ves nada mal —le respondió, viendo cómo él se abotonaba una camisa blanca que resaltaba su tono de piel, combinada con un short cómodo, pero que no le restaba estilo.

Ya listos, salieron a desayunar a un restaurante hermoso, ubicado cerca del hotel. Era un lugar encantador, con mesas al aire libre, rodeado de jardines floridos y una vista espectacular de la ciudad que se despertaba lentamente con el sol. Las flores alrededor parecían más vibrantes bajo la luz matutina, y el aroma del café recién hecho llenaba el aire, mezclándose con los sonidos de la naturaleza.

Se sentaron en una mesa apartada, disfrutando del ambiente tranquilo y privado. A medida que el camarero les traía el menú, Jesús tomó la mano de Claudia sobre la mesa, entrelazando sus dedos con los de ella.

—¿Sabes? —dijo Jesús, mirándola a los ojos—. Cada momento contigo se siente como un sueño hecho realidad. Anoche… y esta mañana, todo ha sido perfecto.

Claudia sonrió, acariciando la mano de Jesús con el pulgar. —Tú haces que todo sea especial. No importa dónde estemos, mientras sea contigo, me siento plena.

Se miraron con una complicidad que solo ellos entendían, saboreando no solo la comida que estaba por venir, sino la vida que estaban construyendo juntos, un paso a la vez.

Después de disfrutar de un delicioso desayuno en el encantador restaurante, Claudia y Jesús decidieron salir a recorrer el lugar, dejándose llevar por el ambiente relajado y lleno de vida. Mientras caminaban por las pintorescas calles, Jesús no podía dejar de tomarle fotos a Claudia. Cada vez que ella posaba con su pancita, él capturaba el momento, admirando la belleza radiante que desprendía. A cada paso, parecía más hermosa, y la luz del sol brillaba sobre ella como si fuera parte de un cuadro perfecto.

Claudia, por su parte, no podía resistir los antojos que la embargaban cada vez que veía algún puesto de comida. Desde frutas frescas hasta dulces locales, cada cosa que pasaban la tentaba. Jesús, divertido, no dejaba de reír mientras ella le pedía que compraran prácticamente todo lo que se les cruzaba en el camino.

En otro universo: Claudia y Jesús Donde viven las historias. Descúbrelo ahora