Claudia se despertó temprano aquella mañana, sintiendo la mezcla de emoción y ansiedad que siempre la acompañaba antes de un viaje importante. Su vuelo a Colombia estaba programado para la tarde, y aunque sabía que era una oportunidad crucial para discutir las relaciones entre los dos países, el peso de la ausencia de Jesús la acompañaba. Él había decidido no acompañarla, alegando que tenía una reunión importante ese mismo día. “El trabajo es el trabajo”, pensó Claudia, intentando no sentirse herida por su decisión.
Mientras se preparaba, su mente divagaba entre los recuerdos de sus encuentros y las promesas que se habían hecho. La sonrisa de Jesús y su inquebrantable apoyo siempre habían sido su ancla en tiempos difíciles. Sin embargo, sabía que él también tenía sus responsabilidades y que ambos debían cumplir con sus respectivos deberes.
El vuelo fue largo y agotador. Claudia se sentó junto a su equipo, hablando sobre la agenda de la reunión y repasando los puntos clave que debía presentar a Petro. A pesar de la seriedad del viaje, su mente no podía evitar volver a Jesús. Se preguntó cómo estaría manejando su reunión, si había tenido tiempo de pensar en ella, y si en su mente también había un rincón reservado para sus sentimientos.
Finalmente, el avión aterrizó en el aeropuerto de Bogotá bajo un cielo estrellado. Claudia sintió una mezcla de alivio y emoción al llegar, pero su corazón aún anhelaba la cercanía de Jesús. Se dirigieron al hotel, un elegante edificio que reflejaba la cultura vibrante de la ciudad. Una vez acomodados en sus habitaciones, Claudia decidió que era el momento de abrir su teléfono.
Mientras revisaba sus mensajes, un texto apareció en la pantalla, iluminando su rostro con una sonrisa. Era de Jesús: “Te amo, Claudia. Estoy pensando en ti y en cómo harás una gran presentación. Estoy contigo en espíritu.” Las palabras de Jesús la envolvieron como un abrazo cálido y reconfortante. Se sentía más fuerte, sabiendo que su amor seguía siendo un apoyo incondicional, incluso a la distancia.
La noche en el hotel pasó rápidamente. Claudia y su equipo revisaron los últimos detalles de la presentación y se prepararon para la reunión del día siguiente. Pero en su corazón, Claudia sabía que aunque el trabajo era importante, lo que realmente la motivaba era el deseo de compartir sus logros con Jesús. Las horas avanzaron, y con cada momento que pasaba, la emoción por el encuentro con Petro se mezclaba con la añoranza de Jesús.
Al día siguiente, mientras se vestía para la reunión, Claudia se miró en el espejo y se sintió lista. No solo para representar a su país, sino también para demostrarle a Jesús que sus sacrificios valían la pena. Se prometió que, sin importar el resultado de la reunión, habría un momento para celebrar juntos al volver.
Con su mente enfocada y el corazón lleno de amor, salió del hotel, lista para enfrentar el desafío que tenía por delante.
Jesús, unos minutos después de enviar el mensaje a Claudia, recibió una noticia que lo dejó helado: la reunión que tenía programada se había cancelado. La decisión fue instantánea; no podía dejarla sola en un momento tan importante. Sin pensarlo dos veces, compró un boleto hacia Colombia, el vuelo salía en la madrugada, y llegaría justo a tiempo para la reunión y para estar a su lado. Sabía que Claudia lo necesitaba.
Antes de partir, habló con Paulina, su coordinadora, para informarle sobre su inesperado viaje. “Es una sorpresa para Claudia”, le dijo, conteniendo la emoción que sentía al imaginar el reencuentro. Paulina sonrió y le deseó buena suerte, animándolo a no dejar que nada se interpusiera entre ellos.
Cuando Jesús aterrizó en Bogotá, la adrenalina lo impulsó a dirigirse rápidamente al hotel donde se hospedaba Claudia. En un acto de decisión, dejó sus maletas en la habitación y se puso un traje que lo hacía lucir elegante y seguro. Con el corazón latiendo con fuerza, se encaminó hacia el lugar de la reunión.
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En otro universo: Claudia y Jesús
De TodoPequeñas historias de Claudia y Jesús. El amor siempre vive entre ellos dos.