Claudia y Jesús caminaban de la mano por el centro comercial, relajados y disfrutando de cada instante de sus vacaciones. El bullicio de la ciudad era menos intenso en aquel lugar, permitiéndoles disfrutar de una calma inusual.
—Todavía nos falta visitar ese restaurante que nos recomendaron —comentaba Jesús, con una sonrisa mientras señalaba un pequeño folleto que había recogido en la entrada—. Y también querías pasar por la librería, ¿no?
Claudia asintió con entusiasmo, pero justo en ese momento sus ojos se iluminaron al ver una boutique a unos pasos.
—¡Vamos a entrar! —dijo con esa chispa que siempre la caracterizaba—. Hace tiempo que no me compro algo nuevo.
Jesús no pudo evitar sonreír ante la idea. Sabía que cuando Claudia tenía algo en mente, no había manera de disuadirla. La acompañó sin dudarlo y, al entrar a la tienda, ella empezó a recorrer los percheros con interés. Seleccionó varios vestidos y, con una mirada cómplice, le dijo a Jesús:
—Siéntate ahí, quiero que me digas cómo me quedan.
Él, encantado, tomó asiento frente a los probadores, preparado para lo que estaba por venir. El primer vestido que Claudia eligió era un sencillo pero elegante conjunto en tonos suaves. Al salir del vestidor, Jesús no pudo apartar la vista. Era como si el tiempo se detuviera por un momento.
—¿Qué te parece? —preguntó Claudia, girando ligeramente para que él pudiera apreciarlo desde todos los ángulos.
Jesús la observaba fascinado. Cada movimiento suyo parecía estar acompañado de una luz especial, un aura que lo hacía sentir afortunado de tenerla a su lado.
—Te ves increíble —respondió con sinceridad, sin poder evitar sonreír—. Pero creo que puedo decir lo mismo de cualquier cosa que te pongas.
Claudia sonrió ante el cumplido, sabiendo que Jesús nunca exageraba. Entró de nuevo al probador y, en cuestión de minutos, salió con otro vestido, esta vez más atrevido, con un corte moderno y un color vibrante que resaltaba su carácter decidido.
Jesús la miraba como si fuera la primera vez que la veía, con esa mezcla de admiración y ternura. No solo era la belleza exterior lo que lo tenía cautivado, sino la energía que Claudia irradiaba. Cada vestido parecía adaptarse a su personalidad, y Jesús no podía evitar imaginar la historia detrás de cada uno de ellos, cómo le harían brillar en cualquier ocasión.
—Me estás malacostumbrando —dijo él cuando Claudia salió con el último vestido, un diseño clásico que resaltaba su elegancia natural—. Vas a hacer que nunca quiera salir de las tiendas contigo.
Claudia rió, sabiendo que él estaba disfrutando tanto como ella.
—No te preocupes, ya casi termino —respondió juguetonamente—. Solo me falta elegir el que me llevaré.
Jesús, aún embelesado, se levantó y caminó hacia ella. Le dio un suave beso en la frente y murmuró:
—Elijas lo que elijas, siempre vas a ser la mujer más hermosa para mí.
Ella lo miró con esos ojos que siempre reflejaban todo lo que sentía, y en ese momento, mientras estaban en medio de una simple tienda de ropa, supieron que esas vacaciones no eran solo un escape de la rutina. Eran un recordatorio de lo afortunados que eran al tenerse mutuamente, y de lo mucho que seguían disfrutando de cada pequeño instante juntos.
Claudia ya estaba en el probador, luchando con el cierre del último vestido que había probado, cuando sintió que algo no andaba bien. El cierre se había atascado, y por más que intentaba bajarlo, no se movía ni un milímetro. Frustrada, suspiró profundamente y, después de pensarlo un segundo, llamó a Jesús desde detrás de la cortina.
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En otro universo: Claudia y Jesús
RandomPequeñas historias de Claudia y Jesús. El amor siempre vive entre ellos dos.