III

8 2 0
                                    


Tradición Agreste

Después de llegar en el carruaje, subiendo al barco miró a la pareja noble, rápidamente reconoció a la mujer que gritó a su madre, la señora que estaba dándole una gran oportunidad a su vida, porque en el reino, eran muy claras estas palabras;
posición de nacimiento, quien nace de una campesina, será campesino por el resto de su vida e hijo de noble, es noble.

No quería separarse de su familia, incluso estaba algo nerviosa porque jamás había tomado un viaje en barco; su corazón palpitaba rápido, las manos le sudaban y estaba comenzando a tener algo de náuseas.

«Cálmate un poco Marinette, sólo son cinco años, cinco años se pasarán de volada», pensó para sí misma. Sintiendo la miradas fijas en ella.

A pocos pasos de estar cerca de la pareja noble, una mujer se acercó a ellos.

—Adelaide... ¿y esa niña?... ¿viene con ustedes?

—¡Sí! —respondió rápidamente Raymond, el padre de Bridget—; nuestra niña quería tener a una compañera, se nos ocurrió a mí y esposa, traerla con el permiso de sus padres, es nuestra... sirvienta...

Marinette se quedó inmóvil al oír aquello. Se sintió mal pero, ¿qué esperaba oír?... ¿qué fueran tan buenos cómo para decir muy abiertamente que le estaban dando una oportunidad de salir de campesina?... sí lo hacían era como sí los estuvieran a punto de linchar.

Recibió la mirada celeste de la mujer, una señora gordita de unos treinta años, bien vestida y radiante como todas las nobles.

Sonrió la mujer, no para Marinette, soltó una risa y se despidió de la pareja yendo a buscar a su marido.

Adelaide le hizo señal en acercarse, Marinette obediente se acercó.

—¿Por qué no vamos allá adentro?... debes estar algo agotada —sugirió la mujer dando una palmada en su hombro.

Marinette asintió algo tímida.

Se fue con la mujer al interior del barco, donde había pasillos y respectivas habitaciones, después de buscar la habitación donde estaba Bridgette se detuvo y dió unos golpecitos antes de entrar.

—¿Puedo pasar?

—Claro, madre —luego de unos segundos se escuchó la respuesta en una débil voz.

Adelaide abrió la puerta y Marinette entró, encontrando a una niña demasiado delgada sentada sobre una cama, se veía mal... demasiado mal...

—Oh, te has quitado el maquillaje —dijo Adelaide, dejando el maletín sobre una cama y acercándose a Bridgette.

—Tenía que hacerlo, aquí nadie más puede ver mi rostro y lo que trato de ocultar... —dejó de hablar mirando a Marinette—; ¿es ella...? —preguntó mirando a los ojos azules de su madre.

Adelaide sonrió tratando de no romperse en ese momento, Bridgette ya no se veía muy bien... su aspecto le restaba de vida menos de meses...

Afirmó con la cabeza porque no pudo ni responderle. Bridgette volvió a mirarla, Marinette se apenó y bajó la mirada.

—Es bonita... ¿cuál es su nombre?

—Ven aquí —dijo Adelaide—; puedes presentarte a mí hija...

Marinette se acercó y levantó la mirada.

—Me llamo Marinette...

Bridgette sonrió un poco.

—Lindo nombre, suena como nombrar el mar...

Adelaide sonrió al ver qué se agradaron.

—Muy bien las dejo. Marinette tú quédate a dormir aquí, hay otra cama disponible. Cualquier cosa, sí tienen hambre, suenan esta campanita —señaló el objeto sobre un mueble—; sí me necesitan aquí estaré en este pasillo, a una habitación de esta —dijo con una sonrisa.

EL MANANTIAL DEL OCASO (en proceso)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora