XXIV

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Marinette:

Adrien pudo convencer a sus padres  de irnos pronto de la boda, dejamos la mansión Agreste y nos fuimos en el carruaje rumbo a la cabaña que tienen sus padres cerca del bosque.

Sus padres creerían nos iríamos se luna de miel pero no es así.

Agradecí Adrien me ayudara a abajar del carruaje, di un último vistazo, el carruaje se decoró y detrás hay un letrero que dice «recién casados»
Adrien abrió la puerta de la cabaña y después regresó con el hombre a pagarle y decirle mantuviera el secreto de no decirle a sus padres, que no tomaríamos ese viaje, nos quedaríamos en esa cabaña.

Di unos pasos dentro de la oscura cabaña y me detuve. Los cólicos no los estaba soportando, siempre dicen que de niña una sueña casarse de blanco, yo no mucho y en esas pocas imaginaciones jamás imaginé el mismo día de casarme, fuera a pasar por estos cólicos, por este día.

Me gusta ser mujer pero no me gusta cuando estoy así.

El señor del carruaje se fue y ví que Adrien venía para acá.

—Es muy espaciosa te gustará —dijo él y cerró la puerta de la cabaña.

No respondí y en cuanto él prendió las velas en la cabaña para iluminar, busqué una silla para sentarme y me doblé del dolor.

Sí me preguntan, ¿él intentó hacer la típica entrada que se hace después de estar recién casados? (esa donde el novio carga en sus brazos a la novia)
Sí, quería hacerlo pero le dije que no. Ya estaba avergonzada por lo que ocurrió con el vestido de novia, que lo manché y no sé, la pena seguía, él entendió.
Después de no sé cuántos minutos.
Adrien me dijo que ya estaba arreglada la cama para poder descansar.
Se acercó a mí y me vió preocupado.

—De niño presencié los dolores de mamá pero por lo visto a ti te dan peor, sí quieres puedo ayudarte a ir a la habitación, te cargo.

¿Le tomaría la palabra? volví a doblarme , ah yo creo que sí.
Afirmé con la cabeza.

Él se acercó y ahora sí, se hizo las cargas típicas, me cargó en sus brazos , no podía verle a la cara, seguía avergonzada porque él vió que manché mi vestido en la boda y la vergüenza seguía en mí.

En sus brazos, me llevó hasta la habitación y me recostó con suavidad en la cama.

—Vendré en un momento —dijo.

—Está bien —respondí y él salió de la habitación.

Me dolía, me dolía…
Menos mal los siguientes días tendrían que ser mejores, el dolor disminuía pero los primeros días no.

No podía pensar en nada, debo decir, no me sentía cómoda, no sé, siempre te enseñan a ser sonrientes y sí, no di muchas sonrisas a Adrien pero ahora estaba conociendo esa parte de mí, donde no estaba bien. Esa era mi incomodidad.

Después de no sé cuántos minutos, el dolor disminuyó un poquito y entonces escuché que Adrien golpeó la puerta, preguntando sí podía entrar.

—Sí, pasa —le dije.

Miré a la puerta y él entró con una tacita en sus manos.

—Oh… créeme que no tengo hambre, lo que menos quiero es comer ahorita —le dije—, sólo quiero descansar y … tratar de dormir.

—Es un té que preparé para ti —comentó—; a mamá le preparaba sus tés cuando estaba en sus días rojos.

—¿Huele bien? —pregunté—; hay unos tés que huelen feo y no me gustan…

—¿Por qué no lo hueles por ti misma? —preguntó y me entregó la tacita, estaba caliente. Me llegó un rico aroma a manzanilla, sonreí.

—Huele bien —dije y él acomodó las almohadas para sentirme más cómoda.

Me apoyé en las almohadas cerca de la cabecera de la cama y bebí el té. Adrien se sentó en la orilla de la cama, tenía su mirada en mí.

—No tuve tiempo para decirte que … te ves muy bonita, no importa qué ropa uses, la ropa no te hace ver bonita, tú haces ver bonita la ropa.

—Gracias —dije.

—Te dejo, dormiré en la sala, sí quieres algo de comer u otro té —dijo y sonrió al decir la palabra “té”—; me dices y lo prepararé.

—Gracias —volví a decir, él sacó una cobija del ropero y un par de almohadas—; está delicioso el té.

—Ah —cerró el ropero con la cobija y ya la almohada en sus manos—; gracias, me gusta oír que te haya gustado —dijo con una sonrisa y salió de la habitación.

Seguí dando pequeños sorbos al té y después de minutos, me sentí un poco más mejor.

Dejé la tacita en una mesita después de terminar de beberlo y cuando el dolor disminuyó más, me quedé dormida.

Después al despertar, me froté los ojos, no sé cuánto tiempo me quedé dormida, sólo pensé no fue mucho porque aún era de noche.

Tenía que ir al baño, me levanté y en ese momento recordé lo que dijo y me entregó mi mamá (la pócima)….

Una duda me recorría, trataba sobre esa misma pócima… esperaba no fuera lo que estaba pensando, después lo descubriría.

EL MANANTIAL DEL OCASO (en proceso)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora