XXVIII

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𝗡𝗮𝗿𝗿𝗮 𝗠𝗮𝗿𝗶𝗻𝗲𝘁𝘁𝗲

El dolor de los cólicos me hace abrir los ojos, me sorprendo al verme recostada sobre la cama. Estoy en la habitación.

Froto mis ojos recordando que al llegar a la cabaña me senté en la sala no vine enseguida aquí, me siento y agarro mi cabeza, sigo algo somnolienta, escucho pasos dentro de la casa, con algo de molestia me pongo los botines y amarro los cordones, me pongo de pie y salgo de la habitación, me detengo abruptamente al ver sobre la mesa de la sala un ramo de girasoles y orquídeas.
Adrien está de espaldas y justo se da la vuelta, enseguida agarra el ramo y se acerca a mí, le observo con los ojos bien abiertos, sigo asombrada y sorprendida.

—Llegué y te encontré dormida en la sala, así que decidí llevarte a dormir en la habitación —sonríe con dulzura—, espero hayas tenido dulces sueños —mira las flores y las acerca a mí—, son para ti.

Veo las flores y luego su cara.

—¿No te gustan estas flores? —pregunta con algo de decepción.

—Me gustan —respondo rápidamente y agarro las flores, él sonríe.

—El girasol representa; la lealtad, fidelidad y adoración que tengo por ti y las orquídeas son la representación de la belleza, elegancia que expresas, Bridgette…

No digo nada, permanezco callada unos segundos, el nombre de Bridgette me recuerda el sueño que tuve y los ojos brillantes de Adrien que reflejan un amor por mí, me recuerda el antídoto a su hechizo porque estoy segura él está bajo el efecto de una pócima.

—Son… son hermosas, gracias —digo. Él sonríe.

—Traje fruta fresca, es dulce, mira —dice animado y yo soy lo contrario, él es resplandor y yo estoy como un color gris, trato de mostrar más ánimo.

Le sigo hasta la cocina y me muestra un durazno con un lindo color, también fresas, lava un par de fresas y cuando veo que tiene la intención de dármelo por él mismo a mí boca, por fin hablo.

—Adrien…. Tenemos que hablar.

—Esas palabras nunca vienen con buenas intenciones, dímelo a mí que he tenido de amigo a Nino con bastantes novias y siempre comienza con esa oración antes de decir que van a terminar.

Miro el suelo no sé cómo decirle sobre el tema de que tengo sangre del reino tinieblo.

—Bridgette…. Cómo dije en nuestra boda, lo vuelvo a repetir, dame una oportunidad de conocerme, apenas tenemos tres días de casados….

Levanto la mirada.

—Lo sabías.

—¿Saber qué? —pregunta confundido.

—Que tengo algo que ver con el reino tinieblo, por eso me diste esto —muestro el collar que tengo en mi cuello—; dijiste no me lo quitará porque ya lo sabías —quiero protestar pero no tengo cara, pues yo he ocultado más cosas que él, como mi verdadero nombre, por ejemplo.

Se queda un poco sorprendido.

—No sé exactamente qué te une a ese reino, sólo estoy seguro de que ese collar es tu salvación.

Suelto un suspiro. No lo veo a la cara y me recuerdo el frasco con el antídoto en uno de mis bolsillos.

—Bien, te creo —respondo sin mirarlo.

—¿Sabes algo?... ¿te has enterado de algo Bridgette? Sí es asi dímelo por favor —dice como una órden—, soy tu esposo y quiero—

—No me gusta recibir órdenes —niego con la cabeza—, sí hay algo que decirte, lo haré cuando yo quiera no cuando tú lo órdenes.

Pasa una mano por su cabello un poco frustrado.

—No fuimos a las Cataratas del Niágara pero me gustaría ir a otro sitio contigo —le propongo más calmada, él me mira sorprendido e interesado por mi respuesta—. Podemos hacerlo ahora antes de que se termine la semana que tenemos para nosotros, después volverás al castillo y….

—Sí tú me lo pides —se acerca a mí—, me quedo contigo —levanto la mirada y sonrío en ironía.

—Es lo que te gusta, te gusta ser un caballero y no puedo pedirte dejes de serlo por mí….

Sus ojos verdes están en mi cara, tener su mirada en mí, no sé por qué de pronto me pone nerviosa y siento un poco caliente mi cara.

—Deja de mirarme —pido y estoy a punto de alejarme pero él me detiene, tomándome del brazo, mi piel se pone de gallina al sentir sus dedos acariciar mi cuello.

—Me gusta admirar tu belleza —dice en un susurro, su voz se volvió más profunda, aparto su mano de mi cuello.

—No me toques ahí me haces cosquillas —miento.

—Está bien… —obedece y apartó su mano—; ¿querías ir a un lugar en especial?... ¿cómo Londres o París tal vez?

—¿Te asustan las sirenas? —pregunto, mirándolo.

—¿Eh?

—Sí queremos seguir con esta mentira de que estamos en el Niágara, me gustaría estar contigo en el mar, de noche… en una lancha… de noche hay menos probabilidad de ser vistos.

Sonríe algo indeciso pero responde sin pensarle mucho.

—A dónde tú quieras, lo único que quiero es estar contigo.

Sonrío de boca cerrada.

—No se diga más, haremos un picnic nocturno en lancha, en el mar y gracias por las flores Adrien, las pondré en un florero.

EL MANANTIAL DEL OCASO (en proceso)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora