XIX

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Narra Marinette:

En el jardín de la mansión de los Agreste, está la comida y los músicos.

Hay largos comedores cubiertos con manteles largos color blanco; muchos ramos de flores llena de variedad de colores en el centro; varias torres de bocadillos, postres cerca de las flores.

Hombres en traje están dentro del kiosco tocando ya los violines.

Pocos invitados de la clase alta están ya en su respectivo asiento, esperando a los meseros que sirvan sus platos.

—¿Qué te parece? —pregunta Adrien aún tomándome de la mano.

No sé sí en serio quiera estar conmigo todo el rato agarrado de mi mano o sólo lo hace para fingir frente a los otros.

—Es lindo —respondo, enseguida él deposita un corto beso en el dorso de mi mano.

—Estás muy hermosa.

—Gracias. Sí me disculpas, suelta mi mano, sigo nerviosa y me siguen sudando.

Él me obedece y rápido las limpio en la tela de mi vestido.

Busco con la mirada a Alix, mi hermano, pero en especial a mi amiga.

Se acercan mis suegros y me saludan, finjo estar igual de alegre que ellos.

—Ven a sentarte querida —dice Emily.

—En un momento, quiero estar aquí para recibir a los invitados —es mentira y ahora tendré que hacerlo, en realidad estoy esperando a Alix y ver sí llega mi hermano.

Emily lo creé y asiente, mirando ahora a Adrien.

—Es una chica tan linda y educada, me alegra saber que ahora es tu esposa, cuídala bien, hijo —dijo y se va con los otros familiares de Adrien.

—Entonces te acompaño —avisa Adrien.

—No, no es necesario, tú ve con ellos, en un momento te alcanzo.

—Se verá mal sí la única en recibirlos aquí eres tú.

Respiro profundo para no molestarme.

Él se queda a mí lado recibiendo a los invitados, que nos saludan y aprovechan para darnos un abrazo, deseando un feliz y largo matrimonio. Después dejan los regalos en la mesa cercana.

—¿Quién es feliz casándose?... —susurro mirando a la señora que abracé yendo a su respectivo lugar de asiento en el largo comedor.

—¿Y a qué baboso se le ocurriría sentir algo en pocos días?... —dice Adrien y lo veo a la cara.

—¿Tú eres el baboso?... —eso es suficiente para que él sonría un poco nervioso, bajé la cara y sus mejillas se pongan rosas.

Sí, se refirió a él mismo.

—Comparte el secreto, por favor. Es desagradable no amar ni sentir nada... —le digo.

Callo y los dos recibimos a otros invitados que entran.

—¿En serio crees qué ya siento algo por ti?... —miro de reojo a Adrien, para cuándo él dice eso, los invitados ya van a unos pasos lejos—; ¿piensas qué me enamoré de ti a primera vista? —se ríe y esa risa no me convence, porque no le sale burlona, sino que suena nervioso—; ¡por supuesto qué no!

Le doy una mirada que no le creo nada. Se rió y se ve nervioso.

Finjo reírme y me callo.

—Así de falso fue tu risa Adrien.

EL MANANTIAL DEL OCASO (en proceso)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora