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¿SEÑALES?
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Narra Marinette:

El relincho de los caballos se escuchó hasta acá, miré a lo lejos, el hombre de la caballeriza traía de las riendas a dos caballos a los lados; un grande caballo negro, que a la vista parece algo salvaje e indomable, por el contrario del otro; blanco, lleno de gracia y hasta el pelaje se ve suave y fino.

-¿Le gustan los caballos, señorita Bridgette? -preguntó el caballero Adrien, cerca de mí.

No hablamos durante un buen rato, él parecía fingiendo admirar las hojas de los arbustos y yo me mantuve en este lugar, inmóvil, mientras nuestros padres siguen riendo y conversando.

-Sí, ¿a quién no le gustan los caballos? -regresé la pregunta y me puse más recta.

El sol se ocultó en las nubes grises que avisan caerá pronto una lluvia. Suspiré y cerré el paraguas, no tengo qué tener más protección al sol, no me desagrada mojarme con la lluvia, porque me gusta, claro, mientras no sea demasiado fuerte.

Escuché una risa de ellos y volví a verlos, están en un grupito, parece que la mañas de estar en grupo con amigos, jamás se va...

-Me alegra oírla decir que le gustan, conocí a una joven que no le gustan, le aterran, piensa el caballo la dejará caer -a las palabras de Adrien, me hizo poner mis ojos en él.

Su mirada verde estaba en los caballos y luego la puso en mí. Al instante estiré mis labios en una sonrisa amable.

-¿Y la jovencita fue algo especial para usted?

En segundos se mantuvo serio y después respondió sin quitar sus ojos de mí, especialmente, sin apartar los ojos de mi cara

-No llegó ni a ser tan importante como la palabra "compromiso".

-Ohh... -fruncí los labios en un fingido lamento y sin pena, respondí mirándolo directo a los ojos, es que ni mi altura media, me podría hacerme sentir intimidada por la altura de Adrien-; cuánto lo siento, debe ser una pena que por el compromiso, haya tenido que dejar a su amada, pero vamos que yo no haré reproche o berrinche, sí rompe el matrimonio para estar con su doncella.

Adrien entrecerró los ojos al oírme y mencionó;

-Ella no era mi tipo.

-Lamento informarle que yo tampoco creo ser su tipo -respondí.

Los dos miramos al hombre de la caballeriza. Adrien dejó su cara seria y mostró una sonrisa llena de alegría, miró igual a un tesoro, cariño, al caballo negro. Agarró la cara del caballo y estuve lo suficiente cerca para escucharlo decirle "Plagga" al caballo.

-¿Así lo nombró?

-Sí, es mi fiel amigo.

-Claro, los caballeros siempre tienen amigos fieles que son sus caballos.

-Señorita, en este caballo subirá usted -me avisó el hombre. Asentí.

El mismo hombre fue quién me ayudó a subir al caballo porque Adrien permaneció con Plagga.

-¿Y se dice ser caballero, señor Adrien? -pregunté ya arriba en el caballo.

-No me llame señor, aún soy muy joven -volteó a verme-; sólo te soy mayor por dos años y eso no me hace ser señor, ¿escuchó señorita Bridgette?... -dijo entre dientes, sonreí con gusto.

Estoy segura que quiso decirme señora pero como están aqui mis padres y los suyos, no tuvo más remedio que decirme lo qué soy; una señorita.

-Sí, me ha quedado claro -dije.

EL MANANTIAL DEL OCASO (en proceso)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora