EL MANANTIAL DEL OCASO (en proceso)

XVII

Adrien

Las paredes de vidrio rodeando la bañera se empañaron; a causa del agua caliente saliendo de la ducha y de nuestras respiraciones mezcladas de Bridgette y yo.

La tenía encima de mí cuerpo, mirándome de frente. El calor de su cuerpo, sentir cada centímetro de su piel en mí, me causó más sensibilidad. Haciendo estragos en mí interior y aumentando más este deseo indomable a ella.

Su cabello azul en ondas y pegados algunos mechones en su frente por el sudor, la hizo malditamente irresistible y tentadora para mí.

Pasé la yema de mis dedos con suavidad acariciando sus hombros desnudos, besando después esos hermosos hombros, mientras ella pasó sus manos por mi cabello. Subí hasta su cuello dejándole besos, me separé un momento para admirarla.

-Dime que no vas a fijarte en alguien más, que sólo tendrás ojos para mí -más que decirlo, se escuchó a una petición; como sí ahora ella tuviera absoluto control de mí y yo sólo fuera alguien común pidiendo clemencia y un poco de piedad a este sufrir.

Aparté unos mechones pegados de sudor en su frente.

Sonrió y con sus manos suaves, me agarró el rostro y lo acarició de una forma tan tierna y cariñosa que sólo me hizo sentirme derretir en sus benditas manos.

Soy suyo.

De nadie más.

Ahora le pertenezco.

Puede hacer de mí lo qué ella deseé.

Mi cuerpo le pertenece.

Es mi dueña.

Soy de ella, Bridgette.

Incluso puede marcarme para demostrar a todos que nadie más me puede tocar; porque sólo soy para ella.

Sólo para ti, Bridgette.

Nadie más puede poner sus manos en mí, ni besarme; porque mi cuerpo sólo ha sido hecho para ella, para satisfacerla y cumplir sus deseos como la diosa que es.

-Sólo te amo a ti, Adrien. A nadie más que a ti.

Fue suficiente para acercarme y besarla; entre cada beso, se escaparon suspiros y jadeos. Recorrí mis manos en su cuerpo desnudo, acariciando con suavidad cada parte de ella, bajé a su cuello mordisqueando un poco y ella gimió.

Fue música para mis oídos escuchar sus gemidos.

-Di mi nombre -le ordené-; quiero escucharte.

-Adrien...

Volví a sus labios, besándola con ganas y deseo mientras mis manos recorrieron su espalda y su cintura.

La besé como sí nada fuera eterno para nosotros y sólo tuviéramos ese momento tan íntimo que no volvería a repetirse.

Demostrándole en cada beso; caricia; que la deseo, que sólo ella provoca ese íntimo y pecador anhelo. Es la única que prende esa chispa en mí.

Sólo ella y nadie más, Bridgette.

Dejé escapar un gemido en sus labios en el momento que sus suaves dedos recorrieron mi espalda, mi cuerpo tembló y me sentí especial cuando pasó la yema de sus dedos por mis cicatrices; marcas que han dejado las batallas en mí cuerpo.

-Bridgette... -dije su nombre en un jadeo y gemí en el instante que arañó mis espalda con sus uñas.

Mí respiración se volvió pesada y agitada, nuestros cuerpos están llenos de sudor y nuestras respiraciones, alientos se mezclaron.