El silencio era pesado en la oscura mansión Malfoy, solo roto por el eco de los pasos apresurados de Hermione. La joven bruja había sido capturada por los mortífagos, arrastrada a este lugar que representaba todo lo que ella odiaba. Aún sentía las manos ásperas de los mortífagos, la risa cruel de Bellatrix Lestrange resonando en sus oídos mientras la llevaban ante la infame bruja.Bellatrix había sido un monstruo en sus ojos desde siempre. Una villana despiadada, fiel seguidora de Voldemort, y responsable de tanto dolor. Pero algo cambió cuando las miradas de ambas se cruzaron. Hermione lo sintió de inmediato: una sacudida en el alma. Y lo más desconcertante fue que, por un instante, creyó ver una sombra de sorpresa en los ojos oscuros de Bellatrix también.
"Así que... la pequeña sangre sucia de Potter ha caído en nuestras manos", dijo Bellatrix con una sonrisa retorcida mientras se acercaba. Pero su voz temblaba ligeramente, y sus ojos no se apartaban de los de Hermione.
La tensión entre ambas se hacía insoportable, como si una cuerda invisible las atrajera. Hermione no podía explicar lo que estaba sintiendo. Su odio hacia Bellatrix se mantenía firme, pero ahora se entrelazaba con una extraña atracción que no podía negar. Bellatrix, por su parte, estaba claramente perturbada. La oscuridad en su alma reconocía algo en Hermione que no entendía ni podía aceptar.
"Voy a disfrutar de esto", murmuró Bellatrix, sosteniendo su varita cerca del rostro de Hermione, aunque la intensidad en sus ojos revelaba otra cosa.
Los días pasaron, y Bellatrix no podía dejar de buscar a Hermione. Cada vez que entraba a la celda donde la mantenían prisionera, el aire se cargaba con una energía palpable. Bellatrix fingía desprecio, lanzaba insultos, pero sus ojos nunca mentían. Era una mezcla de deseo, celos y algo más profundo, algo que ambas se negaban a admitir