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La vida en el pequeño pueblo era diferente para Hermione y Bellatrix, pero poco a poco se adaptaron a su nueva rutina. La casa que habían elegido se convirtió en un refugio cálido y acogedor, lleno de momentos tranquilos y de una creciente sensación de normalidad.

Una mañana, mientras el sol comenzaba a asomar sobre el horizonte, Hermione se despertó y encontró a Bellatrix en el jardín, trabajando en un pequeño huerto. A pesar de las cicatrices del pasado, Bellatrix había comenzado a encontrar consuelo en las tareas cotidianas, como cultivar sus propias verduras y flores.

Hermione se acercó, sintiendo una profunda paz al ver a Bellatrix en ese entorno tranquilo. "Buenos días," dijo con una sonrisa.

Bellatrix se volvió, su rostro iluminado por la luz matutina. "Buenos días. ¿Dormiste bien?"

Hermione asintió. "Sí, bastante bien. Esto es... agradable."

Bellatrix sonrió. "Sí, es una especie de paz que no había conocido antes."

Hermione se agachó a su lado y comenzó a ayudar en el jardín. "A veces, las cosas más simples son las que nos traen la mayor felicidad. ¿Qué planes tienes para hoy?"

Bellatrix miró el jardín con satisfacción. "Pensaba en empezar a preparar el terreno para el próximo cultivo. También, me gustaría explorar un poco más el pueblo. Aún no hemos conocido a todos los vecinos."

"Suena bien," dijo Hermione. "Quizás podríamos hacer una pequeña excursión después. Me encantaría conocer mejor la zona

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