Bellatrix dio un paso hacia ella, sus ojos brillando con una emoción que no había mostrado antes. "No tienes idea de lo que estás diciendo. No puedes quererme, Hermione. Yo no soy como tú. Soy todo lo que has jurado destruir."
Hermione la miró, su rostro serio. "Sé lo que eres, Bellatrix. Y no puedo cambiar el pasado. No te estoy perdonando por lo que hiciste, pero... hay algo más entre nosotras, algo que ni tú ni yo podemos ignorar."
Bellatrix parecía querer decir algo, pero en lugar de hablar, simplemente la miró en silencio. Había tormento en sus ojos, pero también una extraña aceptación. "Te destruiré", susurró finalmente, acercándose más. "Sabes que lo haré. No puedo ser otra cosa."
Hermione extendió la mano, rozando la mejilla de Bellatrix, sintiendo su piel fría bajo sus dedos. "Tal vez. O tal vez, me salvarás."
Bellatrix cerró los ojos ante el contacto, como si fuera una tortura. Y luego, sin más advertencias, la besó. No fue un beso suave ni dulce. Fue feroz, como todo lo que Bellatrix era. Un choque de emociones contenidas, de deseo y rabia, de celos y amor, todo enredado en un gesto que decía más de lo que las palabras podían expresar.
Cuando finalmente se separaron, ambas estaban jadeando, sus frentes apoyadas una contra la otra. Bellatrix abrió los ojos y la miró profundamente. "Hermione... no hay futuro para nosotras en este mundo. No como lo sueñas."
"Entonces, crearemos uno", respondió Hermione con una determinación que incluso sorprendió a Bellatrix.
Bellatrix rió, una risa amarga, pero había algo más. Algo parecido a la esperanza. "Siempre fuiste una soñadora, Granger."
Y con esa pequeña sonrisa torcida en los labios, ambas sabían que, a pesar de todo lo que se interponía en su camino, no podían escapar de lo que sentían.
Tal vez el mundo las condenaría. Tal vez la oscuridad siempre estaría ahí, acechando. Pero en ese momento, en medio de la tormenta, no importaba. Porque, aunque sus almas fueran imperfectas, se pertenecían
