Los días que siguieron a ese beso bajo la tormenta fueron un torbellino. Hermione sabía que lo que estaba haciendo era arriesgado, incluso imprudente. Cada día que pasaba más tiempo con Bellatrix, la tensión aumentaba, no solo entre ellas, sino también en el propio mundo mágico. Si alguien las descubría juntas, las consecuencias serían devastadoras para ambas.
Bellatrix, por su parte, seguía siendo una contradicción ambulante. Había momentos en que sus emociones la desbordaban, y otras veces parecía completamente fría, distante, como si tratara de protegerse de lo que sentía. Hermione entendía por qué; Bellatrix había pasado toda su vida en la oscuridad, llena de odio y violencia. Abrirse a algo tan vulnerable como el amor era casi una traición a todo lo que había sido.
Pero aún así, ambas seguían encontrándose en secreto, en lugares apartados, donde el mundo no podía verlas ni juzgarlas. Era como si el resto del universo no importara cuando estaban juntas. Y, por un tiempo, eso fue suficiente.
Hasta que no lo fue.
Hermione no podía seguir ocultando la verdad a sus amigos. Cada día, las preguntas de Harry y Ron se volvían más insistentes. Sabían que algo no andaba bien. Hermione había cambiado. Ya no era la misma chica que habían conocido; la guerra la había transformado, y lo que sentía por Bellatrix había creado una barrera entre ellos que no podían comprender