La guerra había terminado, pero las cicatrices persistían. El castillo de Hogwarts, a medio derruir, se erguía como un símbolo de lo que había sido una victoria amarga. Los amigos de Hermione celebraban el fin de Voldemort, pero en su corazón, las cosas estaban lejos de ser simples.
Bellatrix había desaparecido en el caos de la batalla final. Hermione, entre la confusión y el desorden, había perdido de vista a la bruja oscura en los momentos cruciales, y desde entonces, su mente no había encontrado paz. ¿Dónde estaba? ¿Había sobrevivido? A pesar de todo lo que Bellatrix representaba, algo dentro de Hermione no podía aceptar que la conexión entre ellas hubiera sido solo una chispa pasajera.
Días después de la batalla, Hermione se encontró vagando por los jardines de Hogwarts en busca de respuestas, incapaz de sacudirse la sensación de que algo la estaba esperando. El aire estaba denso con el perfume de la tierra mojada y los restos de hechizos aún colgaban en el ambiente.
De repente, sintió una presencia detrás de ella. Su varita estaba en su mano en un segundo, pero se detuvo cuando una voz familiar rompió el silencio.
"¿Me has estado buscando, niña?" Bellatrix se apoyaba en un árbol, su figura elegante y oscura destacaba entre las sombras de los árboles.
El corazón de Hermione se aceleró. La bruja había cambiado. Sus ojos estaban más cansados, pero aún brillaban con la misma intensidad peligrosa que la había cautivado desde el principio.
"No me hagas preguntas que ya conoces la respuesta", replicó Hermione, avanzando hacia ella, la varita aún en su mano, pero sin intención de atacar.
Bellatrix sonrió, una sonrisa torcida y amarga. "¿Y ahora qué? ¿Vas a entregarme a tus amigos, entregarme a la justicia? Después de todo lo que he hecho, supongo que eso sería lo correcto."
Hermione la miró fijamente. "Eso es lo que debería hacer." Pero ambas sabían que no lo haría. El aire entre ellas se cargaba de tensión una vez más, la misma energía que las había unido en medio del caos de la guerra.
"Me extrañabas", dijo Bellatrix, dando un paso hacia adelante, acercándose peligrosamente a Hermione, sus ojos negros clavados en los de la joven bruja.
Hermione sintió un nudo en el estómago. No podía negarlo. "No puedo explicarlo, pero hay algo que me ata a ti."
Bellatrix extendió una mano, pasando los dedos suavemente por el brazo de Hermione. "Es porque estamos destinadas la una para la otra, niña tonta. Puedes negarlo todo lo que quieras, pero lo sabes tan bien como yo. Nuestras almas... están entrelazadas."
Hermione cerró los ojos, luchando contra la oleada de emociones que la invadían. Sabía que Bellatrix tenía razón. Había algo profundo, oscuro, pero innegable entre ellas, y aunque lo había intentado, no podía escapar de esa verdad.
"Siempre lo supe", susurró Bellatrix, acercándose aún más. "Desde el primer momento en que te vi... esa chispa, ese destello en tus ojos. Pero también sabía que nunca podría tenerte. No completamente."
Los celos se reflejaron en su voz, esa emoción constante que siempre acompañaba a sus encuentros. Bellatrix odiaba la relación cercana que Hermione compartía con sus amigos, especialmente con Ron. El mero pensamiento de Hermione con alguien más la enfurecía, y eso la hacía aún más vulnerable.
"Ron..." comenzó Hermione, pero Bellatrix la interrumpió bruscamente.
"No me hables de él." Su voz era cortante, llena de un resentimiento que bordeaba la obsesión. "No puede darte lo que yo puedo."
Hermione levantó la vista, sus ojos brillando con determinación. "No se trata de él, Bellatrix. Esto... esto es entre nosotras."
El silencio que siguió fue cargado. Bellatrix la observó con una mezcla de desafío y anhelo. "¿Y qué harás ahora, Hermione Granger? ¿Vas a entregarte a esto? ¿A nosotras?"
La pregunta pendía en el aire, y ambas sabían que la decisión que tomaría Hermione cambiaría sus vidas para siempre