La vio, sentada junto a una hoguera en las ruinas de una antigua cabaña. Bellatrix estaba sola, sus cabellos oscuros desordenados y su mirada perdida en las llamas. Por primera vez, Hermione la vio vulnerable, rota de alguna manera que jamás habría imaginado. No era la bruja despiadada que había aterrorizado al mundo mágico, sino una mujer marcada por su pasado, por el peso de sus propias decisiones.
Hermione se acercó lentamente, y Bellatrix no se inmutó hasta que la joven bruja estuvo a unos pocos pasos.
"Sabía que vendrías", murmuró Bellatrix sin girar la cabeza, su voz apagada por el cansancio. "Siempre supe que no podrías quedarte lejos."
"Tenía que encontrarte", respondió Hermione con suavidad, su corazón latiendo con fuerza. No sabía qué esperar, pero sabía que necesitaba respuestas, necesitaba entender lo que ambas sentían.
Bellatrix finalmente se levantó, dándose la vuelta para mirarla. Sus ojos oscuros estaban cansados, pero brillaban con la misma intensidad feroz que Hermione había aprendido a conocer. "¿Y qué harás ahora que me has encontrado, Hermione? ¿Qué esperas de mí?"
Hermione dio un paso hacia adelante, el suelo crujía bajo sus pies. "No lo sé", admitió. "Pero no puedo seguir con mi vida pretendiendo que lo que pasó entre nosotras no fue real."
Bellatrix sonrió con amargura, una sombra de su antigua arrogancia brilló por un momento. "¿Lo que pasó entre nosotras? ¿Hablas de ese beso en medio de la guerra? ¿O del odio, del fuego que ardía en cada palabra que nos dirigíamos?"
"De todo", susurró Hermione. "Lo odio tanto como lo amo. A ti."
Las palabras parecieron colgar en el aire, entre la lluvia que empezaba a caer suavemente, entre las ruinas que las rodeaban. Hermione esperaba que Bellatrix las rechazara, que se burlara de ella como siempre hacía, que riera en su cara. Pero lo que ocurrió fue algo inesperado
