Capítulo 2

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Antepasados II

Escritora

Ya han pasado dos meces, dos largos, dolorosos y abrumadores meces después de la muerte de Soledad.

Gonzalo todos los días, todas las tardes visita la tumba de su esposa, unas veces va con la pequeña Jennifer y otras veces no.

El a pesar de amar a su hija con locura no supera la muerte y ausencia de su pareja de toda una vida, una mujer que lo acompañó cuando murieron sus padres en aquel accidente, una mujer que fue fuerte y sobrellevo la muerte de su madre de cáncer juntó a su hermana, un mujer que supo esperar paciente y llena de fe el tiempo de Dios, una mujer que nunca se rindió en esos tres largos años de tratamiento para tener un hijo, Una mujer que supo darle amor tanto a su hija como a él y una mujer que supo callar y aguantar los terribles dolores de aquel cáncer.

Una mujer digna de admirar y que aunque esté en un mejor lugar donde no tendrá que sufrir los dolores del cáncer, Gonzalo no lo entendía, o quizás sí y a él lo que le ocurre es que no lo quiere aceptar y se está hundiendo en una depresión que ni la hermosa sonrisa de su hija lo salvará.

Gonzalo

Voy camino al cementerio a visitar nuevamente a mi esposa, sé que han pasado ya dos meces desde su partida, pero no puedo evitar sentirme culpable y miserable, siento que pude hacer más por ella pero no lo pude lograr, no pude tenerla conmigo más tiempo, no pude evitar que sintiera aquellos dolores tan a tormentosos de esa maldita enfermedad, no lo pude hacer y la culpa me está matando.

Me dirijo hacia su tumba y me pongo en cuclillas, quitó las flores que traje ayer y les coloco otro ramo igual al otro pero no marchitado, con unas hermosas rosas blancas y limpió su lápida.

- Amor mío, ya han pasado dos meces después de tu partida, te extraño tanto querida, no te imaginas cuanto,- dije acariciando su lápida y sollozando.

- Sé que me dijiste que debo ser fuerte por ti, por mí y por la pequeña Jennifer, pero mi amor te juro que no puedo más, no puedo con esta incertidumbre, yo no puedo seguir viviendo, siento que la soledad me está ahogando y pronto me dejará sin vida, querida yo no quiero otra soledad si no es junto a ti,- dije algo desconsolado por su ausencia.

- Querida yo te prometí cuidar de nuestra hija pero ya no puedo más, ya no puedo hacerme cargo de ella, siento que la estoy lastimando y no quiero que eso suceda, tampoco quiero que se quede sola en la vida pero ya yo no puedo hacerme cargo de ella, lo siento Soledad, pero ya me es imposible,- Dije terminando de hablar y limpiándome dos que tres lágrimas.

Me levanté para dirigirme a la casa, pero cada vez que venía a visitar a mi esposa me destronaba más y no quería volver a la casa pero tenía que cuidar a Jennifer así que salí del cementerio y me dirigí a mi casa.

Al llegar a la casa encontré a Jennifer llorando en el jardín, desconsoladamente y verla en ese estado con tan sólo cinco años me rompió el corazón.

- Oh pequeña que pasa,- dije llegando a ella.

- Papi,- dijo con una sonrisa y saltando a mis brazos.

- Que pasó pequeña,- le pregunté mientras le arreglaba su pequeña coleta.

- Pensé que tú también te fuiste al cielo con mami,- dijo Jennifer poco entendible pero me sorprendí cuando dijo eso.

- Eh no, no pequeña aún no me voy, pero pronto pasará pequeña,- le dije a Jennifer.

- Pronto,- me preguntó ella confusa frunciendo su pequeña nariz igual y como lo hacía mi soledad.

MY LIFE, MY STORY, MY PASTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora