Capítulo 30: Dosis extra

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Ethan.

Pasar mucho tiempo con Liz se estaba volviendo un poco extraño. Ella buscaba estar cada día conmigo en nuestro tiempo libre, ya que terminó consiguiendo un trabajo en la empresa de mi padre, en donde yo pronto sería el jefe.

—Oye, Ethan, ¿qué tal si vamos al bar hoy? Necesitas relajarte y dejar de pensar en Lilia —Ella se posicionó detrás de mí y masajeó mis hombros.

Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo al sentirme terrible porque mi corazón le pertenecía a Lilia. Sabía que Liz tenía sentimientos por mí, por lo que no podía darle entrada.

Moví la silla rodadiza para que ella se apartara.

—Liz, no descansaré hasta encontrarla —dictaminé, juntando ambas manos sobre la mesa.

—Solo te pido que la olvides por un día, ¿está mal relajarse? Porque te saldrán arrugas más rápido si andas estresado todos los días —bufó, caminando hasta su puesto.

Sus tacones resonaron por la reluciente cerámica del suelo, dejándome pensativo porque en cierta parte tenía razón.

Buscar a Lilia me tenía agitado mentalmente. Ya había pasado más de un mes desde que se fue... Y por mucho que sus padres y los míos invirtieran dinero en la búsqueda, no sucedía nada.

—Voy a tener que aceptar tu propuesta —Me rasqué el cuello, derrotado ante su insistencia.

Ella alzó el mentón por encima de su computadora para verme con sorpresa, luego un chillido lleno de emoción invadió mis oídos.

—¡No puedo creerlo! —exclamó.

Se levantó rápidamente y corrió con dificultad por los tacones, se tropezó en el trayecto, pero pudo mantenerse de pie y me rodeó con sus delgados brazos.

—Prometo que nos divertiremos mucho —Su mejilla chocó con la mía, ella estando detrás de mí e inclinada para poder abrazarme—. Será como cuando éramos adolescentes e íbamos a las fiestas que hacían nuestros compañeros de secundaria.

Rodé los ojos con diversión.

—Nunca podría olvidar que terminabas completamente borracha y yo tenía que llevarte a casa —me burlé, girando un poco el rostro—. Me llenabas el hombro de tu baba cuando te cargaba.

Se separó de mí a toda velocidad, mirándome con un horror indescriptible en su expresión.

—¿Q-qué te pasa? No seas así de cruel conmigo, Ethan —Se abrazó a sí misma—. Puras mentiras dices tú.

Hizo un puchero con sus labios. Mis ojos viajaron hasta su camisa blanca de botones, me percaté que cuando se cruzó de brazos, un botón se desabrochó porque el uniforme le quedaba bastante apretado en la zona de los pechos.

Tuve que levantarme para ayudarla, siempre la trataba como a una niña pequeña en ese tipo de situaciones. Ella era distraída y no se daba cuenta por sí sola.

—Liz, pueden acosarte si sales así —resoplé, llevando mis manos hacia el botón.

Ella se quedó en shock, viendo cómo yo mismo abrochaba esa parte, pero mis yemas rozaron su brasier y parte de su pecho, así que no dudó en empujarme y cubrirse con ambas manos.

Parpadeé varias veces.

—¡Pervertido! —chilló.

A pesar de su piel morena, se ruborizó al verme.

—N-no quise... —balbuceé, tragando saliva.

Por alguna razón, los nervios me dominaron porque recién vi que los pechos de Liz habían crecido bastante, eran incluso más grandes que los de Lilia, quedé sin habla.

Atrapada por el mafioso millonarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora