Chris.
—¿Qué es lo que has encontrado? —pregunté, arrugando la frente.
Esperaba que el compromiso entre Lilia y Ethan no involucrara su amor de por medio, porque estaría en serios problemas si me la llevaba a la fuerza y al final ella prefería a Ethan.
—¿Por qué no vamos al almacén? —Deus me miró de reojo—. Sabe muy bien que acá hay oídos entrometidos.
Y tenía razón.
Ambos estábamos en el bar del que era dueño, nos lo heredó el viejo antes de morir. Su aspecto elegante y moderno ocultaba las verdaderas intenciones para las que fue construido.
Un sitio perfecto para llevar a cabo las reuniones que trataban de temas moralmente cuestionables. En ese lugar se mezclaban personas como nosotros, y gente normal e inocente que no tenía idea del trasfondo.
Caminé hacia el almacén, dejando al barman haciendo lo suyo y Deus me siguió como mi fiel compañero. Mi mano derecha.
—Dime lo que sabes.
—Tienes que verlo. Me pidió que le dijera cada acontecimiento que rodeara a Lilia, y consideré importante mostrarle esto, a ver si recapacitas —Me dio su celular.
Había una foto seleccionada, en donde Lilia y Ethan estaban dándose un beso en medio de un callejón. Sabía que Deus la estaba siguiendo cada día, a pesar de que el viaje a la otra ciudad tomara alrededor de tres horas, pero no imaginaba que la confianza entre ellos fuera mayor de lo que esperaba.
—Mmh —Tiré el celular al suelo y lo pisoteé con la dura suela de mi zapato—. Con más razón iré por ella.
Deus quedó con la boca abierta unos segundos.
—¡¿Pero te has vuelto loco?! ¡Tengo toda la información ahí dentro! —espetó, con desespero.
Se agachó para agarrar el celular y tratar de revivirlo, pero le fue imposible ya que había quedado destruido por completo. No encendía.
—Puedo comprarte uno nuevo, además, la información la puedes recuperar por correo —bufé, metiendo ambas manos en mis bolsillos y pegando mi espalda de la pared.
—Ah, siempre resuelves todo con dinero —resopló, con una mano en su sien—. ¿Sigues queriendo secuestrarla?
—Mi decisión no va a cambiar por nada del mundo, ni aunque me peguen una pistola en la cabeza —Simulé esa acción.
—Pero está enamorada de otro.
—Deus, no me contradigas. Puedo hacerla cambiar de opinión.
—Mi trabajo es ayudarte a recapacitar y pensar bien las cosas antes de actuar, Chris —Apretó los dientes—. Resulta que eres muy terco.
—Que dramático. Tu trabajo desde mi punto de vista se basa en beber, mandar a los de rangos inferiores y meterte en la cama de miles de mujeres —Ladeé la sonrisa.
—Oh, vamos —Su brazo pasó por detrás de mi nuca, obligándome a encorvarme porque yo era más alto que él—. Vayamos por un trago y te cuento la rutina de tu enamorada.
Incliné ambas cejas.
—Más te vale que me invites el mejor trago de la casa —respondí, acompañándolo.
—Por supuesto, pero no quiero quejas si luego te desgarra la garganta —expresó.
—Eso solo le sucede a los débiles.
Todas las mesas estaban ocupadas, a esa hora de la madrugada el bar se movía bastante. Deus silbó y de inmediato unos colegas se levantaron al vernos con unos ojos de horror.
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Atrapada por el mafioso millonario
Roman d'amourLilia y Chris hicieron una promesa de casarse cuando eran niños, pero la vida los separó y ella olvidó esa promesa. Años después, Jax Brown compromete a su hija con Ethan Watson, un viejo amigo de la familia que ha regresado del extranjero. A medida...