Capítulo 36: El amor

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Lilia.

Desperté sintiendo un calor inmenso por estar abrazada a alguien.

Un momento, ¿abrazada?

Abrí los ojos al ver que mi brazo rodeaba un corpulento torso. Chris estaba a mi lado y yo tenía una pierna montada sobre las suyas.

¡¿En qué momento lo abracé de esa forma?!

Que vergüenza.

Me separé un poco para calmar los latidos de mi corazón y él estaba profundamente dormido. Quién diría que ese rostro angelical podía hacer todo tipo de maldades.

Tragué saliva.

Sus labios estaban un poco resecos, pero llevé la yema de mi dedo a sus comisuras... Chris era atractivo, tenía que admitirlo, incluso mucho más que Ethan.

—¿Por qué no admites que te gusto? —cuestionó.

Pegué un brinco hacia atrás y mi respiración se ahogó por el susto que me dio. Terminé cayendo de culo en la fría cerámica del suelo.

—¡No me asustes así!

Él sonrió.

—Me dio tanta ternura ver que me estabas abrazando, por eso no quise despertarte —confesó, incorporándose.

Inflé las mejillas y me levanté, dispuesta a ir al baño.

—No puedo contigo —me quejé.

—Sé que me estabas viendo —Estiró sus brazos—. No hace falta que te hagas la dura, Lilia. Puedes tenerme cuando gustes, soy todo tuyo.

Uff, no podía con ese hombre.

Empezó a desabotonar su camisa, dejándome en shock.

—¡Oye, oye! ¡No te desnudes así! —lo regañé, sacudiendo mis manos.

—Solo me quitaré esto, hace mucho calor aquí.

—Eres un mentiroso, el aire está congelando esta habitación.

No me hizo caso. Su torso desnudo me obligó a voltear el rostro para no verlo o me daría un infarto por tanto músculo.

Los nervios estaban a flor de piel, le di la espalda para ir al baño.

—¿Por qué huyes? Solo es piel, no deberías de tenerme miedo —comentó, en tono burlón.

—¿Ya podemos irnos? —pregunté, desviando el tema.

—Claro, pequeña —susurró en mi oreja.

No supe en qué momento Chris dejó la cama sin hacer ruido y se paró detrás de mí. Di un paso hacia delante y me giré hacia él.

Quedé pasmada cuando vi ese abdomen marcado en varios cuadros y sus redondos pectorales. Tenía varios tatuajes, pero me llamó la atención un dragón que recorría su brazo derecho.

No había visto a Chris usando mangas cortas...

—Te ves como un malote.

—¿No te gustan? —Mostró los músculos de sus brazos, haciendo fuerza en ellos.

—¡Que ego tienes! —refuté, avergonzada—. Vístete, Chris, no es gracioso.

—Hay que ver que eres una aguafiestas, tal vez por eso no has tenido novio hasta ahora —bromeó, dándose la vuelta para buscar su camisa.

Cerré mis puños con fuerza y vi que tenía dos nombres tatuados en su espalda: Zoe Hutton y Jayce Hutton. Su antiguo apellido.

—Debes sentir orgullo por haber sido un mujeriego —Me crucé de brazos, molesta.

Atrapada por el mafioso millonarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora