Capítulo 42: El susto

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Lilia.

Explorar la mansión se había vuelto mi pasatiempo favorito porque los lugares inexplorados no se acababan. En un punto llegué hasta la cocina, donde me jalé de los cabellos con una mujer que molestaba a Samira, y le dejé en claro que si lo seguía haciendo, haría que la despidieran.

Me sentía una diosa en ese lugar porque después de ese evento, me veían con terror en sus ojos. Aunque terminé recibiendo un regaño por parte de Chris por meterme en una pelea.

Iba caminando por un pasillo largo, estaba segura que me perdería... Al cruzar una esquina, choqué con un pecho duro y una figura que duplicaba mi tamaño.

—Discúlpame, ¿estás bien?

Era un hombre de cabello negro y piel morena. Tragué saliva porque su fornido cuerpo logró intimidarme. Una de sus manos fácilmente era del tamaño de mi cabeza.

—M-mi error...

—¿Eres nueva? Puedo guiarte. Por tu aspecto, parece que te asignaron como sirvienta —murmuró, con una mano en el mentón.

Me ofendió.

—¿Cómo que por mi aspecto? ¿Qué clase de racismo hacia las sirvientas tienes? —Lo encaré.

El miedo que tenía se esfumó, y me puse a la defensiva.

—No lo digo en el mal sentido... Me refiero a que las sirvientas siempre se les asigna ese papel por su belleza —corrigió, alzando el dedo.

Su aspecto no cuadraba con su forma de expresarse. Pensé que sería un matón.

Alto, ¿me estaba diciendo bella?

—Mmh, ya.

Pasé por su lado para seguir con mi camino, pero el hombre me detuvo en un agarre sutil.

—Es de mala educación no presentarse —replicó, mirándome con determinación—. Puedo hacer que te despidan por maleducada.

Solté una carcajada ruidosa.

—Es la cosa más graciosa que me han dicho —Sequé una lágrima que salió—. Yo sí puedo hacer que te despidan con solo chasquear mis dedos.

Sí, tal vez estaba pasándome con el poder que tenía en mis manos, pero ese tipo me cayó mal después de ese trato. ¿Quién se creía por pisotear a sus inferiores?

—Mi nombre es Ezequiel, y soy uno de los cabecillas de Chris, ¿qué tan cerca podrías estar tú de él? —se burló, orgulloso de su trabajo.

Vaya arrogancia. No importa, yo tenía más.

Iba a hablar, hasta que otra voz se coló en el pasillo.

—Lilia Brown, mi prometida y el amor de mi vida —La voz de Chris me dejó pálida.

Él me había rodeado la cintura con su brazo, dándole a entender al otro hombre que yo era de su propiedad.

Besó mi mejilla y apoyó su mentón sobre mi hombro, aunque tuvo que inclinarse por su altura.

—¿S-su prometida?

Sonreí al verlo asustado.

Gané.

—¿Ves? Puedo hacer que te despidan —Me crucé de brazos, victoriosa.

—Lo lamento, pensé que se trataba de una sirvienta con aires de grandeza —Hizo una reverencia ante su jefe—. Por cierto, cumplí mi misión justo como me lo pidió.

—Voy a dejar pasar este evento, Ezequiel —alegó el hombre a mi lado—. Ni se te ocurra intentar algo con Lilia, no me gusta que toquen o se interesen en lo que es mío.

Atrapada por el mafioso millonarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora