Capítulo 10: En shock

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Ethan.

—Insisto, lo mejor sería hablar con la policía porque no creo que Lilia haya hecho una locura como esa —habló Jax, caminando de un lado a otro.

Oriana estaba sollozando desde que supimos que Lilia no llegó a la ceremonia. Tuvimos que cancelar todo y el internet explotó con noticias sobre la escapada de Lilia, cosa que no podía creer.

¿Lilia dejándome? ¿Huyendo de mí con tal de no casarse? Era imposible... Pudo habérmelo dicho y no llegar a tal extremo.

—¿No hubo nadie en la mansión que hablara con ella? —cuestionó mi padre, frunciendo el ceño.

Ambas familias quedamos en ridículo porque la novia dejó plantado al novio, por lo que el periódico tendría mucho de qué hablar durante un tiempo.

—Mi niña no haría eso... Ella no se escaparía así —balbuceó Oriana, afligida.

—Déjame llamar a Carlota, ella tenía que acompañar a Lilia, pero se le presentaron varios inconvenientes y no pudo —aseveró Jax, sacando su celular.

Estaba claro que andábamos muy nerviosos por los acontecimientos. No me cabía en la cabeza que Lilia nos dejara a todos sin decir ninguna palabra.

Según Jax, el chófer le dijo que Lilia pidió que detuviera el auto y aprovechó de salir corriendo lejos, solo con su bolsita llena de dinero y su celular.

Había algo que no cuadraba.

Por mucho que el chófer trató de detenerla, Lilia no volvió, así que él mismo llamó a Jax para darle la noticia.

—Ethan... ¿Podemos hablar? —Liz posó su mano sobre mi hombro.

Hundió las cejas y las arrugas en su frente se notaron. No había tenido tiempo de hablar mucho con ella por estar al pendiente de Lilia, y eso que en el pasado éramos grandes amigos.

Estábamos en mi hogar, por lo que le moví mi cabeza para que saliéramos al patio y tuviéramos más privacidad.

—No entiendo, ¿por qué no me dijo que no quería casarse? —Me senté en el columpio.

Ella me hizo compañía.

—Tal vez porque se sintió obligada... Una mujer puede huir si está atrapada en una cárcel de la que no sabe cómo salir sin perjudicar a los demás —comentó, comprimiendo una sonrisa.

—¿De verdad crees que Lilia huyó de la boda? —cuestioné, indignado.

Sabía que Liz y Lilia nunca se llevaron bien, desde niñas se peleaban a cada rato, aunque la que empezaba la discusión era Liz.

Ella era una mujer morena, de un lacio cabello negro que le llegaba a las caderas y se movía al compás del viento nocturno.

—Pues... Uno nunca sabe —Se cruzó de brazos—. Las personas pueden considerar un cambio de aires cuando se sienten sofocadas.

—Liz, solo estás deprimiéndome más de lo que estoy.

—¡El punto es que Lilia no ha demostrado sentir lo mismo que tú sientes hacia ella! —exclamó, apretujando su pecho—. Puedes tener al amor de tu vida frente a ti, y no darte cuenta por estar detrás de su culo.

Parpadeé varias veces.

¿Por qué le molestaba tanto que hablara de Lilia? Si ella bien sabía que estaba enamorado desde que era un niño que no se sabía limpiar bien el trasero.

—No seas vulgar, por favor... —resoplé—. Liz, lamento si te he tratado mal, para ser sincero, estoy muy estresado por lo que pasó.

—No te culpo, simplemente intento abrirte los ojos —defendió, con el entrecejo contraído—. Siempre nos contamos todo, Ethan. Nuestra amistad se mantuvo a pesar de la distancia, ¿por qué no me hiciste caso en olvidarla?

—Porque cuando la volví a ver... Mi corazón latió con una intensidad que no sabía que ella podía causar —Bajé la cabeza—. Y no descansaré hasta saber por qué se fue, o si le pasó algo.

—Capaz ella está celebrando su soltería, y tú aquí preocupado.

—¡Ethan! —La voz de Jax me alertó y me levanté.

—¡Voy!

Ignoré a Liz y ella se quedó en el patio. Tal vez estaba siendo un poco duro al tratarla, pero mi preocupación por mi prometida iba más allá.

Llegué a la sala en donde estaban todos expectantes, ansiosos por saber lo que le había dicho Carlota a Jax para que estuviera con esa expresión de: es lo que temíamos.

—Carlota tampoco se lo puede creer, pero me ha dicho que estuvo hablando con Lilia antes de que se fuera, y ella le confesó que si tuviera la posibilidad, huiría lejos para evitar casarse por compromiso —informó el pelinegro, con decepción—. Creo que la presioné mucho para que llegara a tal extremo.

—¡N-no! —sollozó Oriana.

Ella se dejó caer en los brazos de su esposo, con un llanto ensordecedor porque le era imposible creer que su hija se había ido por su cuenta.

—De todas formas, hablaremos con la policía para que investiguen este caso —dije—. Ustedes deberían ir a descansar, necesitan fuerzas si queremos encontrarla pronto. Además, su empresa se quedó sin su pilar.

—Ethan tiene razón... —apoyó mi padre—. Nosotros presentaremos una denuncia por desaparición desde ya mismo, no importa si Lilia huyó, la policía dará con ella tarde o temprano.

—Ella no nos dejaría... —titubeó Oriana, con debilidad.

—Muchas gracias por el apoyo que nos están dando —expresó Jax, con los ojos aguados—. Tengo la esperanza de que mi hija no decidió irse por su cuenta...

—No es ningún problema —Mi padre palmeó su hombro—. Ustedes nos ayudaron demasiado a crecer, nos toca devolverle el favor de alguna forma. No duden en avisarme si necesitan apoyo en la empresa, les mandaré a mis mejores empleados.

Jax estrechó su mano.

—Estaremos en contacto, entonces —sonrió con pesar.

—Prometo que la buscaré —avisé, decidido en recupera a mi novia.

—Cuídense mucho —Se despidió mi madre, con la mano en su pecho.

Una vez que Oriana y Jax se fueron, nosotros quedamos en la sala y Liz no tardó en aparecer con una mirada apagada.

—Yo también me iré, se está haciendo tarde —habló, encogida de hombros.

—Ethan, ¿por qué no la llevas? Su casa queda a unas cuadras de aquí. Es de noche y puede ser peligroso que vaya sola —sugirió papá, quitándose la corbata.

—Eso haré —acaté, en un suspiro—. Vamos, Liz.

Ambos salimos de mi casa y ella no se veía muy contenta con mi compañía. ¿Se había molestado por defender a Lilia?

—No tenías que acompañarme, no te preocupo tanto como Lilia, ¿no? —bufó, pateando una piedra.

—Ay, por dios, Liz, no me digas que estás celosa —Alcé una ceja, consternado.

Silencio fue lo que obtuve de su parte.

¿Por qué estaría celosa de Lilia? Si ambos éramos buenos amigos y sabía que yo no la dejaría de lado por tener novia. Oh, bueno... Eso era lo que había estado haciendo desde que llegué.

—Carajo, soy lo peor, ¿verdad? —Golpeé mi rostro sin mucha fuerza—. Liz, discúlpame por no haberte dado la suficiente atención este mes.

—Nah, siempre ha sido así.

—¿Cómo que siempre?

—¡Yo y mis cosas! No tienes nada de qué preocuparte. Ahora, la prioridad es saber el paradero de Lilia, ¿no? —inquirió, un poco más alegre que antes.

Yo asentí extrañado y ella se adelantó hasta detenerse frente a mí, evitando mi paso.

—Pues déjame ayudarte en tu búsqueda —Me guiñó el ojo—. Por muy infantil que suene, empecemos una aventura juntos para averiguar el paradero de tu amada —Estiró su mano, esperando que yo la estrechara.

Una curva se formó en mis labios.

—Será un gusto trabajar contigo, señorita Liz —bromeé, apretando su mano.

Atrapada por el mafioso millonarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora