Capítulo 23: El castigo

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Lilia.

Lo que dijo Chris me dejó en el limbo. Mi mente había quedado en blanco, como si estuviera procesando la información.

¿Un oral?

Jamás alguien había explorado en la parte más íntima de mi cuerpo, ni ninguna otra parte en general. La vergüenza me consumió, y el miedo que me invadía se convirtió en nervios por imaginar cómo se sentiría.

—¡¿E-estás demente?! No puedes ir por ahí haciéndole orales a tus víctimas —tartamudeé, con los labios temblorosos.

Mis muslos se tensaron cuando las gruesas y velludas manos de Chris se posaron en ellos, haciéndome ahogar un suspiro. Maldije en mis adentros porque ni yo misma lograba controlarme.

Su expresión pícara y sensual no ayudaba para nada.

—Yo no voy por ahí haciendo este tipo de cosas —refutó, burlón—. Siéntete afortunada, porque eres la primera mujer a la que se lo haré.

Un hormigueo recorrió mis mejillas, mi estómago y varias zonas de mi cuerpo. Fue extraño, ¿por qué mi corazón galopaba dentro de mi pecho así de rápido?

No era miedo, no era asco, no era nada de eso.

¿Por qué la culpa me invadía?

—Chris...

—Lilia, se nota en tus ojos que realmente quieres que lo haga —sonrió de lado, acercando un poco su rostro a mi muslo derecho—. Tu cuerpo... No lo he tocado con mi boca y ya está reaccionando.

Lo caliente de su aliento chocó contra mi piel, obligándome a cerrar los ojos porque me dio un cosquilleo que se convirtió en placer. Esa chispa que él despertaba en mí, se estaba volviendo cada vez más fuerte.

Tal vez por eso quería alejarlo, por eso lo trataba mal, porque sabía que si no lo hacía... Mi corazón terminaría cediendo ante él.

—Basta... No lo hagas —dije, mordiéndome el labio.

Besó mi muslo, mientras acariciaba el otro con su mano disponible. Me quedé pasmada y mi boca se abrió por la increíble sensación que atravesó mi piel.

Sus besos estaban llenos de leves mordidas y la humedad de sus labios me hicieron cubrir mi rostro. Sabía que él me molestaría más adelante con eso.

—Solo usaré mi boca, te lo prometo —Elevó su meñique como un tonto—. Déjate llevar un poco, pequeña. Quiero que dejes de intentar escapar de mí, o tendré que hacerte esto cada vez que lo hagas, ¿comprendes?

No, no, no... Eso seguramente era una excusa barata y en realidad él quería hacerme un oral por beneficio propio. Aunque, ¿qué ganaba él? ¿Le gustaba?

—No volveré a escaparme... Lo juro —Miré el techo, deseando que alejara su boca de ahí o no podría contenerme.

—Pensé que me dirías algo tipo: si me harás un oral cada vez que intente escaparme, pues lo haré todos los días —Simuló una voz femenina—. Una vez que sepas cómo se siente una lengua ahí, no querrás que deje de hacerlo, Lilia Brown.

—¡Deja de decir mi nombre completo en este tipo de situación! —exclamé, frustrada.

—Supongo que Ethan no es tan atrevido como yo y por eso no te gustó estar con él —argumentó.

—No tiene nada que ver.

Chris ignoró mi respuesta y empezó a bajar mi short corto con suavidad. Yo me quedé helada, por alguna razón, mi cuerpo dejó de moverse y en cierta parte me sentí atraída al verlo de esa forma.

Estaba concentrado en lo que hacía para no lastimarme u obligarme a la fuerza, aunque sí que me estaba obligando, pero... ¿Por qué no simplemente le daba una patada en el rostro? ¿Por qué mi voz se ahogó?

La vergüenza me dominó cuando los ojos de Chris se clavaron en mi intimidad, no me había rasurado desde el día de la boda, por lo que ya tenía un poco de vello púbico.

—¡Deja de mirarme como si fuera lo peor del mundo! —Quise llorar.

Era la primera vez que un hombre me veía sin pantalones, y el nudo en la garganta que sentí me atragantó. Sabía que él era mi secuestrador, pero nuestra relación era demasiado extraña y mi mente no podía tacharlo de villano, porque a mí me trataba bien...

¿Y si me dejaba llevar un poco? ¿Sería juzgada e iría al infierno?

—No es horrible —habló, lamiendo su labio inferior—. He quedado sorprendido al ver que estás mojada, Lilia, y eso que todavía no te he tocado ahí.

Ese tono burlón me hizo apretar los labios porque no sabía qué hacer para que la vergüenza abandonara mi cuerpo. Le lancé la almohada que tenía al lado y traté de moverme más arriba en vano, porque Chris tomó mis dos piernas para mantenerme en el mismo lugar.

—No tengas vergüenza, Lilia, es una reacción normal cuando te excita una persona... —comentó, mirándome con sus profundos ojos marrones—. Me alegra saber que causo algo en ti.

—N-no es lo que parece...

Él alzó una ceja con incredulidad. Su mano viajó poco a poco hasta llegar a mis labios y rozar con la yema de sus dedos mi clítoris. La sensación que despegó dentro de mí, fue inmediata.

Mi espalda se arqueó, y con cada movimiento circular en sus dedos, mis piernas querían abrirse para él sin necesidad de ser obligada. Me estaba conteniendo, por lo que mordí mi boca en desespero.

—No te limites, pequeña. Prometo que este será nuestro secreto —murmuró, sin dejar de masajear esa parte—. No te molestaré al respecto si es lo que deseas. Abre las piernas, y lo tomaré como una aceptación.

Carajo.

En ese punto ya me tenía comiendo de la palma de su mano por la sensibilidad en mi cuerpo. Mis piernas estaban temblorosas, pero el placer y el calor del momento me hicieron querer ir por más, porque era la primera vez que experimentaba algo tan delicioso que me hacía babear.

Hice caso a lo que dijo... Y me abrí para él, conteniendo los gemidos que se querían escapar de mi boca. Chris sonrió, victorioso porque le di acceso.

Terminó por acortar la distancia que lo separaba de mi entrepierna y su boca chocó contra mi piel más tierna y rosada. Abrí la boca y los ojos se me fueron hacia atrás cuando la lengua de Chris comenzó a hacer  movimientos lentos.

Mi corazón quería salirse de mi pecho, no podía creer que me había dejado llevar por el placer... ¿En qué me estaba convirtiendo? ¿De verdad estaba mal? Porque la experiencia era tan satisfactoria, que mis manos se fueron hasta el cabello de Chris, buscando que su lengua me presionara más como si de un botón se tratase.

—Esto es una delicia... —Se separó un momento, con la boca llena de fluidos transparentes que no tardó en lamer—. Veo que te vuelvo loca, Lilia. Estás muy, muy mojada para mí.

Por mucho que quise protestar, no pude hablar por la debilidad en mi cuerpo ante tanto placer. Era un cansancio diferente al normal, uno que me dejaba ansiosa.

—Cállate —Fue lo que dije.

Él rio y continuó con lo suyo.

Estuvo varios minutos esforzándose ahí abajo solo con su boca. No me imaginaba cómo podía estar su miembro al hacer eso, ni siquiera deseaba verlo por el terror de ir más allá por mi propia cuenta.

La húmeda lengua de Chris bailaba en mi clítoris, y tantos movimientos entre lentos y rápidos, hicieron que mi cuerpo se tensara de tal manera que no pude evitar gemir, y hasta grité.

—¡No te detengas, Chris! —chillé, frustrada porque sabía que me iba a otro plano.

Hundí todo lo que pude su cabeza con mis manos, ya que la sensación cosquillosa y electrizante me invadió todo el cuerpo. La vergüenza se fue y me mordí el labio. Sentí un escalofrío, junto a un sentimiento de liberación y paz que me hizo soltar un último suspiro.

Oh, por Dios... Había conseguido un orgasmo gracias a Chris.

Atrapada por el mafioso millonarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora