Capítulo 35: ¿Dejarlo atrás?

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Chris.

Quedé casi destruido por culpa de mi padre ese día. Me utilizó como si yo fuera un saco de boxeo, hasta sentí que me rompió una costilla por el inmenso dolor e hinchazón generado en esa zona.

—Vuelve a tocarle un pelo a Robert, y te irá peor —amenazó, esculpiéndome al final.

Mi ojo estaba hinchado, no podía abrirlo por completo. Lo miré una última vez, agonizante y solo arrugó la boca con asco.

Él se marchó, dejándome tirado en el suelo casi inconsciente. Necesitaba ir al hospital o podía morir... La golpiza que me dio fue la peor de todas, estaba sangrando por distintas partes del cuerpo.

Me levanté con mucha dificultad y con mis piernas temblando. Ya no podía seguir en ese lugar. Esa noche, había decidido escaparme.

—L-Lilia... —Recordarla me mantenía estable.

En cierto punto llegaba a crear una Lilia imaginaria que me animaba en los peores momentos. Ella me decía que siguiera mi corazón, que me fuera de esa casa o terminaría muerto y rompería nuestra promesa.

Me senté en la cama como pude, y por suerte tenía alcohol y algodón en la mesita de noche porque ya estaba acostumbrado a la golpiza.

Curé como pude las heridas más graves y me puse una chaqueta con capucha para pasar desapercibido en la calle. Agarré mi mochila y metí varios cambios de ropa, cepillo de dientes, y unas cuantas galletas que tenía escondidas de ellos para sobrevivir cuando me dejaban sin comer.

Inhalé hondo.

—Ya no puedo estar un día más aquí.

Agarré la foto de Lilia y la guardé también, porque ella se volvió mi ángel de la guarda, aunque después de ese día dejé de creer...

Abrí la ventana, aprovechando que la casa era de un solo piso. Salí a toda velocidad y empecé a correr con dificultad por el amplio patio hasta cruzar la cerca.

Mi respiración estaba agitada porque sentía que si me daba la vuelta, ellos estarían persiguiéndome para castigarme otra vez.

Las lágrimas salieron de mis ojos...

(...)

Dos días pasaron y ninguno de ellos me buscó. No habían carteles con mi rostro, ni nada por el estilo. El objetivo de Robert se cumplió, logró sacarme de su familia a la fuerza.

Yo estaba sentado en un cartón en una fría noche de otoño, con el cuerpo tembloroso y débil porque llevaba más de un día sin comer. Estaba mendigando la comida... Y buscar de la basura todavía no estaba en mis planes.

Mi estómago rugió.

—Hola, chico —Una voz masculina me sobresaltó.

Alcé el mentón y vi a un hombre con un traje formal debajo de una chaqueta abierta que le llegaba por las rodillas. Tenía una sonrisa en su rostro, pero me interesó más la bolsa de pan en su mano.

Me había babeado.

—¿Quieres un poco? —preguntó, agachándose.

Asentí con timidez.

—Primero, déjame ver tu rostro.

Me quité la capucha.

Él se quedó boquiabierto.

—¿Quién te hizo eso? ¿Huiste de casa? —interrogó.

—No me haga volver, por favor... No le diga a la policía —rogué, arrugando la frente.

Atrapada por el mafioso millonarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora