Capítulo 13: Conversaciones

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Chris.

Ya habían pasado dos días y Lilia hacía lo posible para no dirigirme la palabra. Ella estaba en su habitación, mientras yo andaba en mi oficina con Deus.

—Estoy seguro de que con el tiempo se acostumbrará —dije.

—Chris, ella ha intentado escaparse dos veces ya —Rodó los ojos—. Los barrotes de las ventanas estaban casi consumidos, y pensar que usó una lima para hacerlo —Suspiró, incrédulo.

—Le estoy dando comida de calidad, justo hoy le llevaré ropa y unos peluches para que se divierta, ¿por qué es tan malagradecida? —Puse una mano en mi sien.

—Deberías comprarle una televisión para que por lo menos vea películas, va a terminar volviéndose loca dentro de esa habitación sin entretenimiento —sugirió Deus, alzando una ceja—. Hasta yo te odiaría si me hicieras eso.

Fruncí el ceño.

No había pensado en una televisión...

—¿Tú crees?

—Sí, jefe. Estoy muy seguro de que ver cualquier película o programa distraerá su mente —afirmó, subiendo una pierna sobre la otra—. Por otro lado, ¿ya vio las noticias? El Cuervo está haciendo de las suyas, y eso nos ayuda un montón porque así se calman las aguas para usted y los ojos se centran en él.

El Cuervo...

—Mmh, de todas formas, ningún policía conoce mi nombre —Sacudí mi mano—. Un apodo no los hará llegar hasta mí. Hay muchos rubios en este mundo.

—¿Y no le preocupa lo que esté tramando El Cuervo? —cuestionó, indignado—. Ese hombre trató de bajar a Charles del trono cuando estaba vivo, no me sorprende que quiera hacer lo mismo contigo.

—Sé que Viktor puede ser un avaricioso que no se cansará hasta dominar todo el territorio de esta ciudad, pero, ¿no confías en mis capacidades? —Ladeé una sonrisa calculadora—. Me basta con chasquear los dedos para hacer volar su mansión.

—¿U-usted sabe dónde está ubicado? Es imposible... —titubeó, sudando frío.

Lo miré con detenimiento.

El Cuervo era nuestro principal rival en el mundo de la mafia debido a mi padre adoptivo. Viktor era un líder pequeño que quería abrir sus alas y convertirse en el jodido fénix.

—Puede que él no sepa mi ubicación, pero yo sí sé la suya. Eso me da ventaja, ¿no crees? —Junté mis manos debajo de mi mentón.

—Veo que siempre estás un paso adelante —resopló, derrotado—. Por otro lado... Él está siendo el centro en las noticias, por lo que no tienes de qué preocuparte al salir a cualquier otra misión de matanza. Solo debes procurar que no te detecten esta vez —masculló.

—Oh, vamos —Negué con la cabeza—. Sabes que la última vez nos descubrieron porque me caí de culo.

—¡Y precisamente por eso tuviste que esconderte unos meses! —exclamó, frustrado—. Uff, a veces siento que soy más tu padre que tu hermano. Te comportas como un niño en las situaciones más peligrosas.

—Bueno ya basta de charla —Me levanté y me bebí el último sorbo de agua que me quedaba—. Ve a la tienda a comprar un televisor, yo iré a darle los regalos a Lilia.

Deus me miró indignado.

—¿No puedo enviar a otra persona? —preguntó.

—No.

—Pero, jefe... —Hizo un puchero infantil.

—¿Y quién es el niño ahora? —Tensé la mandíbula—. Haz lo que quieras, solo necesito un televisor para hoy mismo.

Él soltó un chillido emocionado.

—Ay, eres el mejor.

Se lanzó a mis brazos y me apretujó con los suyos, rodeándome la cintura porque yo era mucho más alto que él. Puse mi peor cara de fastidio.

—A veces te comportas como el propio homosexual —aseveré, empujándolo.

—¿Eres homofóbico, Chris? —Se cruzó de brazos—. Porque eso es ofensivo para ellos.

—No, no lo soy. Ahora, me iré —Lo ignoré y salí de la oficina.

Deus me estuvo llamando varias veces, pero no me devolví porque sabía que estaba molestándome.

Metí ambas manos en mis bolsillos, mientras caminaba por los interminables pasillos de mi mansión... Gracias a Charles pude tener una vida muchísimo mejor de la que tenía cuando me adoptaron.

Bajé la cabeza.

Tenía que alejar los malos pensamientos sobre el pasado porque no me traían nada bueno. Eso quedó atrás, tenía que centrarme en el ahora, en cómo haría que Lilia dejara de verme como el villano.

—Oh, Chris... —Una voz femenina me alertó—. Justo te estaba buscando —Se mordió el labio.

—Elisa, te he dicho mil veces que ya no tienes nada que hacer por estos lados de la mansión. Como mucho te dejo vivir aquí —Detuve el paso al verla.

Su enrulado cabello rojo caía sobre sus hombros y su entrecejo se arrugó ante mi respuesta. Ella juntó sus dos brazos, de manera que sus pechos bien formados se apretujaran hasta formar una línea entre ellos.

Llevaba un vestido morado con escote que se adaptaba a su esbelta figura.

—Tengo que comer en el mismo comedor que todos los demás —bufó—. ¿Por qué no me permites por lo menos ir al tuyo? Solo a Deus lo dejas.

Jugó con un mechón de su cabello, enojada.

Elisa era una cabecilla destacada, ella se encargaba de dirigir a un grupo de soldados dependiendo de mis órdenes o las de Deus.

—Simplemente tu rango no te lo permite.

—¿Y qué hay de nosotros? —Se hizo la inocente—. ¿Por qué me dejaste?

—En primer lugar, nunca tuvimos una relación seria. Sabes que lo nuestro fue algo casual y de una noche, además de que estaba ebrio —refuté, ¿por qué no lo olvidaba de una vez?

Literalmente, solo pasamos una noche juntos, que ni recuerdo, hace unos meses y ella se obsesionó en perseguirme porque no la busqué más.

—Tsk —Se mordió una uña—. Me han contado que tienes a otra mujer, quería confirmarlo contigo.

—Eso no es parte de tu trabajo, Elisa.

—¿Entonces lo admites? —masculló, apretando los puños—. ¡No puedes simplemente acostarte conmigo y hacer como si nada!

—Una palabra más —La amenacé con la mirada—. Y te corto la lengua, Elisa.

Ella hundió las cejas y sus extremidades empezaron a temblar. Elisa sabía perfectamente que tenerme de enemigo no la ayudaría, así que se dejó caer en el suelo de rodillas.

—Lo siento tanto... Soy la peor —Se lamentó, cubriendo su rostro y en un sollozo.

Tuve que suspirar y acercarme a ella, porque no la podía dejar ahí tirada y menos si tenía trabajo que hacer. Aunque fuera una quisquillosa, era la mejor cabecilla que tenía.

—Levántate.

La ayudé con mi fuerza y ella quedó avergonzada. Las lágrimas habían arruinado su maquillaje.

—Eres un imbécil —Me golpeó el pecho con poca fuerza—. No tuviste que haber jugado conmigo, Chris.

—Te fui claro en todo momento... Ahora, tengo que irme —confesé, sin mucho interés—. Regresa a tu trabajo, no quieres ser despedida, ¿o sí?

Su rostro se vio aterrorizado ante mis palabras. Ella sabía que ser despedido era lo peor que podía pasarle, ya que no tendría posibilidad de encontrar un buen trabajo como ese.

—Solo dime una cosa... ¿Tienes a otra mujer?

—Sí, y no vayas a entrometerte o sabes lo que te sucederá —defendí.

Ella asintió cabizbaja y terminó por marcharse sin darme respuesta. Yo retomé mi camino hacia la habitación de Lilia.

Atrapada por el mafioso millonarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora