Capítulo 1: Acuerdos

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Lilia.

—¿Tengo que casarme? —cuestioné, aturdida después de haber escuchado a mi padre.

—Es importante que consigas esposo, Lilia... Recién te he cedido el puesto de CEO y necesitas a un hombre importante a tu lado para que te ayude —explicó, juntando ambas manos sobre la mesa—. Ya tienes veintinueve, ¿no tienes a nadie en mente?

Me quedé sin palabras. Aunque no era mucha sorpresa para mí, ya que él me había mencionado varias veces el hecho de que era importante casarse en nuestra familia para que nuestro cargo fuera más legítimo.

¿Por qué no cambiaban eso de una vez? Ya no estábamos en el pasado y las posibilidades de que yo tuviera éxito sin un hombre, de seguro eran mayores.

—Sabes que los hombres no han sido importantes en mi vida —Giré el rostro, cabizbaja y hundiendo las cejas—. Con suerte tuve dos novios y me duraron una semana.

—Precisamente por eso estoy haciendo un acuerdo con uno de mis más grandes aliados en el mundo de los negocios —defendió, cruzado de brazos y con una sonrisa de lado—. ¿Sabes a quién me refiero?

—Papá, con tantos socios que tienes tú... No me imagino —murmuré.

Estábamos en el comedor de nuestro hogar, esperando que mi madre nos llevara el postre que ella misma preparó. A veces le gustaba cocinarnos como pasatiempo, sin pedírselo a las sirvientas de la casa.

Me mordí el labio, indecisa.

—¿Recuerdas a Eric Watson? Lo ayudamos mucho a surgir en sus inicios —comentó, nostálgico.

Alcé una ceja.

Íbamos por mal camino desde que mencionó a los Watson.

—¿Ajá?

—Su hijo volvió del extranjero hace poco y está listo para asumir el cargo de su padre, lo único que necesita es una esposa porque en su familia sí son más estrictos con ese tema —soltó, como si nada.

Abrí los ojos de par en par.

—¿T-te refieres a Ethan? —titubeé—. ¿Planeas casarme con Ethan?

El asintió y mi mundo se cayó a pedazos. No podía creer que uno de mis viejos amigos de infancia había regresado después de doce años lejos.

Había perdido hasta la comunicación con él cuando teníamos como dieciocho años, creí que nunca lo volvería a ver.

—Así es. Tendrás que recuperar la amistad que antes tenían, porque  mañana discutiremos el tema de la boda —Sacó su celular, relajado.

—He traído el postre —Apareció mi madre por el umbral que conectaba con la cocina—. Pastel de moras, adoro prepararlo por mi cuenta.

Ella era una mujer castaña y que a pesar de su edad, todavía seguía viéndose joven porque cuidaba su piel. Sus azulados ojos brillaron al vernos, pero yo la juzgué por no decirme nada.

—Mamá, ¿tú sabías? —cuestioné, con una punzada en mi pecho.

—¿Qué cosa?

—Que me casarán con Ethan Watson.

—Oh, bueno... Tu padre quería comentártelo por su cuenta —habló, con la voz temblorosa.

Empezó a servir el pastel en los platos vacíos.

Suspiré, derrotada ante ambos.

—No le veo nada de malo, solo debes darte la oportunidad de volver a conocerlo y ya —concluyó papá.

Atrapada por el mafioso millonarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora