Capítulo 50: Bruja

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Lilia.

—Por favor, señorita... No hace falta que se meta en problemas por mi culpa —pidió Samira, arrugando la frente.

Ambas estábamos caminando a pasos rápidos en el ala de los cabecillas. Ella me había contado que esa mañana se encontró con la mujer llamada Elisa, que no dudó en humillarla ante varios soldados y sirvientes.

—Eres mi amiga, tienen que entender que meterse contigo, es meterse conmigo —mascullé, molesta.

A parte, también quería darle su merecido a Elisa porque sabía que ella se aprovechó de Chris en el pasado y según él, lo siguió buscando durante un tiempo ignorando sus rechazos.

Esa perra me iba a escuchar.

Tal vez solo necesitaba una excusa para enfrentarme a ella.

—Bien... No voy a contradecirla más —resopló, derrotada—. Tengo miedo de que después de esto, ella me busque para hacerme daño.

—No lo hará. Yo misma hablaré con Chris para que te proteja de sus garras —la calmé.

Al cruzar una esquina, la vi parada cerca de una ventana y hablando con un hombre conocido. Ese moreno con el que me topé hace unos días y me cayó mal.

Ambos se quedaron callados cuando nos vieron acercarnos.

—¿Se perdieron? Este no es su lado de la mansión —habló la pelirroja, fastidiada.

—No deberías hablarle así —le murmuró el hombre, aterrado—. ¿Sabes quién es ella?

—Por supuesto que sé que eres la prometida de Chris, ¿y eso qué? —bufó, echando hacia atrás su melena—. Vámonos, Ezequiel. El ambiente tomó mal olor desde su llegada.

—¡Elisa! —exclamé, apretando los puños—. Solo venía a decirte que no volvieras a tratar mal a mi sirvienta.

Ella se volteó a verme y Ladeó la cabeza con diversión.

—No la provoques... —le susurró el moreno, jalándola del brazo.

Ella se zafó de su agarre con molestia y superioridad.

—No me digas qué hacer, Ezequiel —refutó—. Y tú, niña. Veo que se te subió el poder a la cabeza.

Caminó con cautela hasta llegar a mí.

Yo cubrí a Samira con mi cuerpo al ver que empezó a temblar y se puso pequeñita.

—Te estoy pidiendo que no vuelvas a dirigirle la palabra a Samira o tendré que hablar con Chris —No aparté la vista.

Se carcajeó.

—¡Pues ve y cuéntale! Está clara la diferencia entre tú y yo —me señaló—. Yo puedo defenderme sola como toda una mujer. En cambio, tú necesitas que te defienda alguien más, como una niña indefensa.

Arrugó sus labios.

—Señorita... —Samira me tiró de la camisa.

Tensé la mandíbula. Fue como si me cayera un balde de agua fría porque tenía razón, usaba mi relación con Chris para asustar a los que me molestaban.

¿Estaba mal?

Suspiré y me crucé de brazos.

—Estás celosa porque me quedé con Chris —sentencié, provocándola.

—¿Me estás declarando la guerra? Porque puedo volverle a echar algo en la bebida a Chris y cogérmelo —Me miró con cinismo.

Una sonrisa maliciosa se formó en sus labios.

Atrapada por el mafioso millonarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora