Capítulo 52: Zanjar cuentas

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Chris.

Le eché agua en la cara a Robert para que despertara. Él se sobresaltó y comenzó a toser como un loco, hasta que se cagó al verme frente a él.

Lo había atado a una silla de hierro, ambos estábamos en un cuarto vacío que solo era iluminado por una bombilla. Solíamos usarlo para interrogar a nuestras víctimas antes de matarlas.

—¿No te da gusto verme? —pregunté, calmado.

—Vete al infierno.

—Me iré cuando muera, eso es seguro... Pero tú tendrás que adelantarte —Arrugué la boca, comprensivo.

—¡Tú fuiste el que provocó el accidente! ¿Verdad? —me acusó, moviéndose de un lado a otro—. ¡Eres un asesino! ¡Mis padres murieron por tu culpa!

Me alegraba saber que era cierto eso. El único que me faltaba era Robert, por lo que mi corazón estaba lleno de alivio.

Sonreí.

—Uff, Robert, ¿qué cosas dices? —cuestioné, extrañado—. No sabes a cuántas personas he matado. Ya no le tengo miedo a nada, ni a ti.

—Eres una escoria... Menos mal que tus padres murieron para no tener que ver en lo que te has convertido —escupió.

Le di un puñetazo en la mejilla cargado de toda mi ira. Hasta a mí me dolió la mano después de eso. La sangre empezó a chorrear de su nariz con fluidez.

—¿Me vas a decir escoria a mí? Por lo menos yo no maltrato mujeres y trato a mi prometida como a una reina —bufé, sobando mi mano.

—¿Quién sería capaz de amarte? Estás loco.

—¡No estoy más loco que tú! ¿Golpear a un niño de cinco años que lleva tu sangre? ¿Lo dices en serio? —Me asqueé al decirlo—. Eres mucho peor que yo, Robert.

Él se rio.

—Así me enseñaron a mí, solo apliqué la mano dura —confesó—. Es la única forma de que te hagan caso, Chris. Lo entenderás cuando tu mujer se revele ante ti.

Lo asesiné con la mirada.

—¿Después de todo te usaron de saco de boxeo cuando yo me fui? —inquirí, sacando el arma de mi bolsillo para quitarle el seguro.

Tensó la mandíbula como si mis palabras le hubieran afectado mucho. Sus ojos se cristalizaron, estaba deprimido.

Empezó a sollozar igual que un niño.

—Que marica —Rodé los ojos—. Basta de charla, Robert. Acabaré con tu sufrimiento. Tranquilo, será rápido.

Pegué la punta de la pistola en su frente.

—Y-yo nunca quise que te fueras —soltó, dejándome consternado—. Era un niño... Estaba celoso porque nos daban el mismo cariño. Yo nunca quise un hermano, pero ellos querían otro hijo.

—Tu arrepentimiento ya no sirve de nada. Eso no te salvará.

—Descargué toda mi frustración en ti, y jamás pensé que terminarías huyendo —Las lágrimas salían de sus ojos—. Ellos me pegaron... Creyeron que te fuiste por mi culpa.

—¡Ya cállate!

Tapé mis oídos porque no quería seguir escuchando. Lilia estaba lejos para calmarme, yo no quería revivir el pasado ni tampoco saber que fue diferente a lo que yo viví.

La claridad de aquellos golpes todavía me perseguía.

Yo era un niño, un adolescente perdido y sin familia.

Atrapada por el mafioso millonarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora