Capítulo 12: Chris

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Lilia.

—¿Qué tiene que ver Chris en esto? —mascullé.

No quería aceptarlo...

No podía terminar de unir las piezas porque yo recordaba a Chris como un buen niño, el mejor amigo que pude tener cuando era niña.

¿Qué lo llevó a eso?

—Lo estás viendo ahora mismo —dictaminó, orgulloso—. Aunque ahora tengo un apellido distinto, pero sigo llamándome Chris.

Me puse pálida porque lo que más temía se volvió realidad de golpe. Sentí que un fuerte dolor invadió mi pecho al saber que ese hombre era un enemigo, un malvado que me arrebató mi libertad.

¿Y me estaba diciendo que era Chris?

—Tiene que ser una broma —Mis labios temblaron en una risa incrédula—. Chris nunca haría este tipo de cosas. Él jamás cometería un delito.

Me miró con fastidio.

—Las personas crecen, Lilia, y dependiendo de su entorno, pueden cambiar —defendió, levantándose—. Tú has sido una niña rica que ha tenido todo en la palma de su mano. ¿No te has preguntado qué fue de mí cuando murieron mis padres?

Por mucho que me ofendieran sus palabras, tenía que admitir que habían razón en ellas. Yo jamás supe qué pasó con Chris después de que lo metieron en un orfanato.

—Y-yo... Era una niña, ¿cómo podía buscarte? Si mis padres me dijeron que te adoptaron —refuté, en mi defensa.

—Claro, pero no sabes el resto de mi historia, Lilia, no tienes derecho a juzgarme sin conocerme —Ladeó una sonrisa y llegó atrás de mí.

Me quedé en blanco porque tenía tantos sentimientos encontrados. Chris me había secuestrado y no sabía de qué promesa estaba hablando, ¿en qué momento yo le dije que me casaría con él?

No...

¿Hizo todo eso para obligarme a casarme con él?

—Chris... ¿Qué es lo que harás conmigo? —pregunté, aterrada.

Sus manos se posaron sobre mis hombros y me estuvo haciendo un masaje que no disfruté por el miedo que me erizó los vellos.

—Estás muy tensa, ¿por qué no te relajada un poco? —Desvió el tema.

—Por favor... Déjame ir —supliqué, con la visión borrosa—. No diré nada, te lo juro... Solo, quiero ver a mis padres.

—Lo siento, pero eso no puede ser posible —aseveró, no pude ver su rostro—. A partir de ahora, vivirás aquí.

Mi corazón estaba como loco dentro de mi pecho y las ganas de orinar me invadieron.

¿Vivir? ¿Estaba diciendo para siempre? ¿Por qué?

Me levanté de golpe y lo encaré, haciendo que la silla se cayera de lado.

—¡No puedes hacerme esto, Chris! ¡No está bien! —Golpeé su pecho sin fuerzas.

Mis piernas flaquearon y mi cabeza quedó apoyada debajo de su cuello. Las lágrimas salían de mis ojos, no pude evitar sollozar al saber que nunca volvería a ver a mis padres si no salía de ahí.

Chris se había vuelto un completo desquiciado, yo no podía perdonarlo.

—Shh, tranquila —Me abrazó, dando varias palmadas en mi espalda—. No pienso hacerte daño.

Su voz, por muy grave que fuera, salió cálida y llena de sinceridad. Si no iba a hacerme daño, ¿por qué encerrarme? ¿Por qué no me buscó de otra manera?

Atrapada por el mafioso millonarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora