El fin de semana pasó más rápido de lo que esperaba.
La diversión que tuve con mi mamá y mis amigos durante esos dos días, acabó cuando llegó el Domingo, porque eso significaba regresar a Los Ángeles, a la vida universitaria y a estar lejos, por otra semana, de mi mamá.
Jamás voy a acostumbrarme a estar lejos de ella.
Fuera de la pequeña depresión que tuve por dejar Malibú, toda la semana transcurrió de maravilla. Asistí a todas las clases, no volví a tener otro ataque como el que tuve hace una semana y, lo mejor de todo, es que las cosas con Jayden estaban transcurriendo bien. Muy bien, de hecho.
Volvimos a nuestra rutina normal de pareja, bueno, si es que eso somos, porque no ha vuelto a pedirme, pero lo importante es que ya estamos bien.
Volvimos a mensajearnos a todas horas, a mandarnos fotos, a hablar por teléfono en las noches y a hacer videollamada después de la escuela.
Aquello no me podía tener más que feliz, porque sabía que todo estaba volviendo a a la normalidad con Jayden y aunque habían veces en las que mi mente traidora proyectaba las fotos de Jayden con ella, ya no era tan doloroso. No cuando tenía el conocimiento de que él solo me quería a mí.
También, mi segunda sesión con mi psicóloga fue buena, muy buena, solo que a comparación de la anterior, está vez empezó a hacer preguntas más... personales. Por ejemplo, luego de preguntarme acerca de mi familia, que solo está conformada por mi mamá y yo, y de la relación que tenemos, me preguntó sobre mi padre. Fue incómodo, más no triste, decirle que mi padre nos había abandonado, a mi madre y a mí, cuando mi mamá tenía apenas cuatro meses de embarazo. Y, la tristeza que no había sentido contando eso, la sentí cuando le conté la historia de mi mamá y de mis tías.
La opresión en mi pecho fue horrible al tener que contarle como mi abuelo abandono a mi abuela, a mi madre y a mis tías por otra mujer y como a causa del abandono, mi abuela cayó en el alcoholismo y empezó a meter a diferentes hombres a su casa, descuidando totalmente a sus tres hijas.
La opresión siguió en mi cuando le conté que mi tía Louisa tuvo que sacar adelante a sus dos hermanas y que tuvo que marcharse a los 20 años de casa para así obtener un mejor trabajo y poder sacar a sus hermanas de ese horrible lugar. Dos años después logró sacarlas de ahí. No las vió durante ese tiempo, pero al menos pudo comprarles un departamento para que se mudaran ahí, lejos de mi abuela, quién siguió bebiendo hasta el día en que murió.
El dolor en mi pecho se hizo aún más grande cuando dejamos ese tema atrás para entrar al tema de Alex, mi ex novio, porque tener que revivir todo lo que pasó en nuestra relación, desde la ansiedad que me hacía sentir cuando pensaba que iba a dejarme hasta el apego que generé con él, para poder contarle bien la historia, fue sumamente doloroso. Fue tanto así, que incluso me solté a llorar.
Odie contarle como me moldeaba para que Alex no me dejará.
Odie decirle el dolor en el pecho y como me faltaba la respiración cuando el amenazaba con dejarme.
Odie decirle como me dejaba manipular por él.
Odie decirle las palabras hirientes que el me decía.
Pero sobre todo odie decirle que, a pesar de eso, no lograba verlo como una mala persona.
Eso último fue lo que me rompió en llanto porque, ¿cómo puedes decir que una persona que te ha lastimado tanto y te ha generado hasta ansiedad no es mala?
De verdad no lo entiendo.
Supongo que eso pasa cuando eres lo suficiente idiota como para no encontrarle lo malo a la gente.
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Enamorada de una super estrella
Teen FictionParis Smith siempre ha sido una chica soñadora, talentosa, amante de todo lo que tuviera que ver con la astronomía: las estrellas, los planetas, las galaxias y demás. Y así como adora eso, también tiene una gran afición hacia la persona y canciones...