Apagó la computadora.
Le ardían los ojos. Los cerró e inmediatamente escuchó unos pasos en el primer piso y pensó, con alivio, que podía tratarse de Oclam.
Pero también era probable que no fuera Oclam quien estaba caminando allá arriba.
Se quedó inmóvil, casi conteniendo la respiración. Entonces empezó a deslizarse lentamente, desde la silla hasta el suelo, hasta quedar agachado debajo de la mesa donde estaba posada la computadora.
Escuchó otra serie de pasos y comprendió que eran varias las personas que estaban caminando por el piso de arriba.
Abandonó su improvisado refugio lentamente. Salió al pasillo, agarró las fotografías y las metió dentro de la carpeta tamaño oficio que estaba sobre esa misma mesa. Corrió hacia la salida de emergencia, y salió a las calles. No dejó de correr hasta que llegó a la casa del comisario.
Entró sin anunciarse. César estaba acomodando unos libros en los anaqueles del living.
-Creo que nos están buscando-dijo Gregory-. Había gente en el periódico, no pude verlos, pero eran varios.
-¿Y Oclam?-preguntó César.
-No estaba-dijo Gregory-. Dejó unas fotos junto a su cámara, y nada más. Tal vez lo secuestraron. Si lo interrogan posiblemente nos delate, aunque no quiera hacerlo, posiblemente lo haga. Él sabe todo acerca de nosotros, nuestra investigación, nuestros nuevos domicilios. Conoce el informe que hemos ocultado, lo ha leído y releído, conoce el nombre y el domicilio de los testigos que están empezando a hablar. Conoce el informe que dejó mi padre, también lo ha estudiado una y otra vez, y ha transcrito ambos informes en un documento que se reservó para sí mismo.
-¿Crees que está contaminado?-preguntó César.
-Tenía los síntomas-dijo Gregory-, aunque trataba de ocultarlos en mi presencia. Pero los tenía, y se estaban agravando la última vez que lo vi.
-Entonces será mejor que salgamos de aquí-dijo César mientras agarraba un manojo de llaves unidas a una placa que decía "propiedad de Bogart".