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Los pocos empleados que quedaban también se fueron, y Decroch tuvo la impresión de que el doctor Collins no regresaría durante lo que restaba de esa jornada. Ahora, la transparencia de esas paredes le mostraba qué tan vacío estaba el edificio en el que se encontraba. Si no fuera por Argos, su lugar de trabajo se hubiera convertido en la imagen misma de la soledad.

No quería quedarse solo en ese edificio. Esa mujer podía aparecer otra vez en cualquier momento, y ni siquiera había guardias de seguridad. Así que cerró las puertas de todos los pisos con llave, y luego regresó a la planta baja y revisó el funcionamiento de la alarma.

Cerró finalmente la última puerta, la puerta de entrada, a través de la cual había salido al exterior.

El cielo seguía cubierto de nubes grises. Podía olerse en el aire la lluvia que se avecinaba. Caminó con apuro, casi corriendo. Jugó un poco a que estaba escapando de la inminente tormenta, cuando en realidad estaba escapando de otra cosa.

Su casa no estaba muy lejos del Área, afortunadamente, porque la impresión de que alguien lo perseguía iba acentuándose en él.

Más precisamente, alguien de cabello rojizo, alguien cuya mente no se encontraba del todo equilibrada.

Pero pronto sintió el alivio de atisbar los tejados azules de su casa, y los árboles que veteaban la fachada.

Empezó entonces a caminar con más serenidad.

En su casa también estaría solo, pero por lo menos tenía vecinos, vecinos que podían oír sus gritos.

Y estaba todavía en las calles cuando recibió el llamado tan ansiado. La voz del doctor Collins, agitada, vacilante, le dijo que había descubierto algo y que se mantenga alejado de cualquier mujer, especialmente de la doctora Dallas, la cual había escapado del lugar en donde estaba detenida.

-¿Por qué?-preguntó Decroch-. ¿Qué tiene que ver ella con todo esto?

-La doctora Dallas se asoció con una mujer que quería comercializar una sustancia-respondió Collins-. Le ofreció su laboratorio a cambio de que esa mujer ponga a prueba la sustancia primeramente en una serie de personas, y le dio una lista con los nombres de esas personas, y mi nombre está en esa lista, y también el suyo, señor Decroch. Yo siempre sospeché esto, pero no tenía ninguna prueba. Ahora la tengo. Y recuerde, no deje ingresar a ninguna mujer al Área, y si se va de ella, no se acerque a ninguna, a ninguna mujer hasta que yo pueda regresar a la ciudad.

Las flores del silencioWhere stories live. Discover now