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Uno menos. ¿Cuántos quedaban? El periodista, Mel, y quizá Oclam.

Pero probablemente no volvería a verlos. Era como si también hubieran muerto.

Miraba las calles de la ciudad a través de la ventanilla de la furgoneta, las veía pasar, alejarse para siempre. Quizá tampoco volvería a verlas. Y mientras tanto el doctor Collins le explicaba que el lugar hacia el cual se dirigían se llamaba Área 23.

-Las paredes son de cristal-decía-. Al principio, va a sentir que está dentro de una pecera. Luego se acostumbrará. El extractor está continuamente encendido, devolviendo los elementos contaminantes al exterior, pero no produce ningún ruido. Cuando lo instalamos era insoportable, pero luego encontramos la manera de que funcione en silencio. Selter nos había comentado la estructura general de su artefacto, sin entrar en algunos detalles, los cuales tuvimos que adivinar.

Y mientras Collins decía esto, un vehículo se aproximaba por el carril opuesto. Se detuvo, un hombre bajó de él y le hizo señas a Collins para que también él se detenga.

-No se preocupe-le dijo Collins a Sean-, es un miembro del Área, el agente Moore.

Y entonces detuvo la furgoneta, bajó el vidrio de la ventanilla y el agente se acercó a él y le dijo:

-Localizaron la casa, donde el periodista y el comisario estuvieron alojados. Creemos que el periodista podría estar vivo.

-Está bien-dijo Collins-. Llévenos hacia allá, luego llevaré al doctor Sean hasta el Área, donde se quedará con nosotros hasta que todo esto termine.

Moore regresó a su vehículo, el cual empezó a moverse lentamente, como suele moverse quien está guiando a un ciego. Entonces Collins cruzó de carril, ubicando la furgoneta detrás del vehículo de Moore, y en esa posición permaneció durante un viaje que duró unas tres horas y que culminó frente a esa vivienda rudimentaria y silenciosa que un descampado igualmente enigmático circundaba.

Cuando la vio, Sean sintió un escalofrío, un sobresalto en su sangre. Moore descendió de su vehículo. Luego lo hicieron Sean y Collins.

-¿Qué lugar es éste?-preguntó Sean.

-La propietaria es una mujer que perteneció a la fuerza policial de la ciudad-dijo Moore-. Suponemos que tenía alguna relación con el comisario César, que se conocían del Departamento de Policías. La dirección estaba anotada en la libreta que hallaron en el vehículo en el que César murió.

Entonces Collins lo miró a Sean y le dijo:

-Usted mencionó que el hijo de Becker tenía los documentos.

-En un principio sí-dijo Sean-. Pero también fueron preservados por otros, por el doctor Garram, por ejemplo, y por uno de los actores de la compañía de Edward que también ha muerto. No sé si después regresaron a Gregory, así se llama el hijo del doctor Becker.

La mirada de Moore se perdió en el vasto territorio que yacía detrás de la casa, mientras Collins caminaba hacia aquella puerta elemental. Sean también se atrevió luego a ingresar a ese recinto donde Collins empezó a inspeccionar cada rincón, cada objeto, hasta que se detuvo frente a aquella mesa, tomó la nota que estaba sobre ella y la leyó en voz alta. Sean lo observó desconcertado.

-¿Sacerdotisa?-preguntó.

-Eso dice-aseveró Collins.

Le entregó el papel a Sean, quien lo leyó en silencio y se quedó mirándolo un largo rato, ya sin leerlo, sólo contemplándolo, buscando en su mente una respuesta a lo que acababa de descubrir.

-La letra me resulta familiar-dijo-. La t, la a, esas letras, trazadas de esa manera. El mensaje parece haber sido escrito por una de las actrices de la compañía, Mel Harris.

Las flores del silencioWhere stories live. Discover now