Vidas Compartidas

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Law estaba sentado en la cabina de un elegante barco, con los brazos cruzados y la mirada fría, como si quisiera congelar a quien le recordara su situación. Él, Trafalgar Law, un omega orgulloso y dueño de su propio destino, había sido comprometido con un alfa que apenas conocía: Monkey D. Luffy.

—Es solo un trato político, no tengo ninguna intención de quedarme atado a alguien que no conozco —murmuró Law, irritado, mientras hablaba con su mentor, Penguin.

—Lo entiendo, capitán —respondió Penguin, incómodo—, pero no hay forma de romperlo sin causar problemas. La alianza entre las tripulaciones depende de esto.

Law apretó los dientes. Él no quería un matrimonio ni mucho menos hijos. Nunca había imaginado su vida de esa manera, y no quería perder su libertad. Pero negarse significaba romper la frágil alianza con los Sombrero de Paja, lo que pondría a su tripulación en peligro.

Luffy era distinto a lo que Law esperaba. No era el alfa dominante y controlador que temía encontrar, sino un joven despreocupado, con una sonrisa amplia y un brillo cálido en los ojos. Al principio, Law se sintió molesto por la actitud relajada del chico: ¿Cómo podía tomarse tan a la ligera un matrimonio arreglado?

—¡Vamos a llevarnos bien, Law! —exclamó Luffy con entusiasmo el primer día que se encontraron oficialmente—. No entiendo bien todo esto de los compromisos, pero no me importa mientras estemos juntos.

Law resopló, frustrado. ¿Cómo podía alguien tan simple ser tan optimista? Pero con el tiempo, empezó a notar pequeños detalles. Luffy nunca lo presionaba, le daba espacio cuando lo necesitaba y siempre estaba dispuesto a escuchar. Sin darse cuenta, Law comenzó a sentir algo más profundo por su esposo, un afecto que crecía cada día. Era incómodo y confuso, pero también cálido y reconfortante.

Pasaron varios años desde que se casaron. Law no había cambiado su postura sobre los hijos; aunque su relación con Luffy se había vuelto sólida y amorosa, él seguía siendo muy cuidadoso para no quedar embarazado. Controlaba sus ciclos y siempre tomaba todas las precauciones necesarias. Sin embargo, un día, el destino decidió jugarle una mala pasada.

Comenzó con pequeños síntomas: un ligero mareo aquí, un antojo extraño allá, pero Law no les dio importancia. Cuando su vientre comenzó a crecer, lo primero que sintió fue pánico. ¿Cómo había pasado esto? Él había sido extremadamente cuidadoso. No quería pasar por todos los cambios que implicaba un embarazo: el aumento de peso, las náuseas, el dolor constante en la espalda. Era algo que siempre había evitado… y ahora era inevitable.

Frustrado y asustado, Law decidió ocultarlo. Pensó que, si esperaba lo suficiente, encontraría una forma de decirle a Luffy, pero los meses pasaron rápidamente y su vientre creció más de lo que había imaginado. No podía detener lo que ocurría en su cuerpo.

A los siete meses, esconderlo se volvió casi imposible. La ropa ya no disimulaba el abultado vientre, y su cuerpo empezaba a cansarse más rápido. Luffy notó que Law se estaba comportando de manera extraña, pero nunca imaginó lo que realmente estaba pasando. Hasta que un día, todo salió a la luz.

Luffy entró en la habitación sin anunciarse, como era su costumbre, y lo encontró frente al espejo, mirando su reflejo con la mano sobre su enorme vientre. Law ni siquiera tuvo tiempo de cubrirse.

—¿¡Law!? —exclamó Luffy, con los ojos muy abiertos. Caminó hacia él, incrédulo, y sus ojos se fijaron en la curva evidente de su abdomen—. ¿Estás… embarazado?

Law sintió que su corazón se detenía. No había planeado que Luffy se enterara de esa forma. Bajó la mirada, incapaz de sostener la sorpresa y la confusión en los ojos del alfa.

—Lo… lo siento —susurró, con la voz tensa—. No sabía cómo decírtelo.

Luffy se quedó en silencio por un momento, procesando la noticia. Luego, una sonrisa lenta y brillante apareció en su rostro.

—¡¿Vas a tener a nuestro hijo?! —dijo, acercándose aún más y colocando las manos con delicadeza sobre el vientre de Law.

Law apartó la mirada, avergonzado. —Yo no quería esto —confesó en un susurro—. He sido cuidadoso… No sé cómo pasó.

—¿Por qué no me lo dijiste? —preguntó Luffy, con un tono que mezclaba preocupación y tristeza—. Habría estado contigo desde el principio.

—Porque no quiero pasar por esto… No quería que las cosas cambiaran —murmuró Law, sintiendo cómo sus emociones se arremolinaban dentro de él. Las lágrimas que había contenido durante semanas comenzaron a brotar sin que pudiera detenerlas—. No quería que me vieras así…

Luffy lo envolvió en un abrazo suave pero firme, apoyando la barbilla sobre su cabeza.

—No importa cómo te sientas o lo que pienses que ha cambiado —susurró—. Estoy aquí contigo, Law. No tienes que hacer esto solo.

Las palabras simples pero sinceras de Luffy derritieron las defensas de Law. Por primera vez en meses, se permitió sentir alivio. Se permitió creer que, quizás, no estaba tan solo como pensaba.

Desde ese día, Luffy no se separó de Law. A pesar de los malestares y los cambios físicos, su alfa se encargó de que nunca le faltara nada. Lo ayudaba a levantarse cuando la espalda dolía demasiado, le preparaba la comida cuando los antojos lo atacaban, y siempre le ofrecía palabras de ánimo cuando los temores regresaban.

A medida que los días pasaban, Law se dio cuenta de que su miedo a cambiar había sido innecesario. No solo había encontrado en Luffy un compañero, sino que también había descubierto una faceta de sí mismo que nunca creyó posible: la capacidad de amar a alguien tan profundamente como amaba al niño que crecía dentro de él.

Una noche, mientras estaban acostados juntos, Luffy colocó su mano sobre el vientre de Law, esperando sentir las patadas del bebé.

—No puedo esperar para conocerlo —murmuró Luffy con una sonrisa suave—. ¿Tú tampoco, verdad?

Law lo miró en silencio por un momento, y luego asintió, con una pequeña sonrisa que apenas se asomaba en sus labios.

—Sí… Creo que sí.

En ese instante, sintió una patadita desde dentro, como si su hijo estuviera respondiendo a las palabras de su padre. Luffy rió, sorprendido y emocionado.

—¡Es fuerte! Igual que tú, Law.

Law rodó los ojos, pero su corazón se llenó de calidez. Por primera vez en mucho tiempo, se sintió en paz. No sabía lo que el futuro les depararía, pero sabía que, mientras estuviera con Luffy, podrían enfrentarlo juntos.

Meses después, el grito de un bebé recién nacido resonó en la habitación, seguido por la risa emocionada de Luffy. Law, agotado pero feliz, sostuvo al pequeño en sus brazos mientras Luffy los rodeaba a ambos con su abrazo.

—Gracias, Law —susurró Luffy, besándole la frente—. Por confiar en mí.

Law lo miró, con los ojos llenos de lágrimas, y asintió. Había sido un camino difícil, pero al final, había encontrado algo que nunca había buscado: una familia.

Y esta vez, no tenía miedo de abrazar ese futuro.

One shots luffy x law Donde viven las historias. Descúbrelo ahora