En un bosque encantado donde la magia fluye con cada susurro del viento, Kaisa, una joven bruja, busca ingredientes para sus hechizos. Sin embargo, su tranquila misión se transforma en un encuentro inesperado cuando se topa con un dragón rojo, travi...
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A la mañana siguiente, la cueva se veía diferente. La luz del sol se filtraba a través de las aberturas de la cueva, iluminando suavemente las paredes de piedra y dando un tono cálido al ambiente. El aire fresco de la mañana se colaba entre las rendijas, mezclándose con la cálida brisa que recorría el exterior, mientras los sonidos del bosque despertaban con ella. El canto de los pájaros y el crujido de las ramas completaban la sinfonía matutina, dándole una sensación de calma.
Kaisa despertó lentamente, estirando los brazos sobre la manta de pieles que cubría su cuerpo. A su lado, Bakugo estaba profundamente dormido, su cuerpo aún aferrado a ella, como si no quisiera soltarla. La imagen era tranquila, casi como si el tiempo se hubiera detenido para ambos. Kaisa observó cómo el sol iluminaba su rostro, haciendo que su cabello rubio rojizo pareciera brillar. La respiración de Bakugo era calmada, sus rasgos suaves en ese instante. A pesar de su actitud siempre dura, esa mañana lo veía de una manera diferente: más vulnerable, más humano.
Kaisa no quería despertar a Bakugo tan temprano, así que decidió levantarse en silencio. Con cuidado, se deslizó de la cama, asegurándose de no hacer ruido. Se levantó con gracia, estirando los músculos entumecidos por la noche. Aunque el aire estaba fresco, el calor de la manta y el contacto cercano con Bakugo habían mantenido una temperatura agradable.
Ella se acercó a la entrada de la cueva, donde la luz del sol ya estaba bañando todo, y respiró profundamente el aire fresco del exterior. El bosque estaba en calma, pero con el ajetreo de un nuevo día a punto de comenzar. El lugar parecía lleno de vida, como si todo estuviera despierto y esperando lo que vendría.
Aún sumida en sus pensamientos, escuchó un movimiento detrás de ella. Se giró y vio que Bakugo se había despertado, observándola desde la cama con una mirada perezosa pero algo más suave de lo habitual.
—¿Adónde vas? —preguntó, su voz rasposa por el sueño, pero con ese tono posesivo que ella ya conocía bien.
Kaisa sonrió, sin dejar de observar el paisaje fuera de la cueva. —Solo quería dar un paseo. El día está hermoso.
Bakugo no respondió de inmediato. Simplemente la observó por unos segundos, evaluando si realmente quería dejarla ir. Finalmente, se levantó de la cama con una rapidez que la sorprendió. Aunque no estaba completamente despierto, su energía era inmediata, como si cada movimiento suyo estuviera lleno de fuerza. Se acercó a ella sin decir palabra, simplemente tomando su mano con firmeza, lo que hizo que Kaisa lo mirara, sorprendida.
—No te vayas —dijo, su voz más baja esta vez, pero aún cargada de una autoridad que Kaisa no pudo ignorar.
—¿Por qué? —preguntó ella, riendo suavemente mientras se dejaba guiar de vuelta a la cama. Pero, al mismo tiempo, su corazón latía más rápido por la cercanía de él.
—Porque te quiero cerca —respondió Bakugo sin titubear, mientras se sentaba nuevamente en la cama y tiraba suavemente de ella hacia él.
Kaisa no pudo evitar sonrojarse, pero su corazón se calentó al escuchar esas palabras. Se acomodó junto a él, descansando la cabeza en su hombro mientras él pasaba un brazo alrededor de su cintura. No hizo falta más conversación. En ese momento, la calma y la cercanía de ambos eran suficientes para comprenderse sin necesidad de más palabras.