Mia
Me miré en el espejo una última vez, ajustando el vestido rojo sobre mis caderas. El rojo. Un color que ahora mismo detestaba. Pero si iba a estar allí, arrastrada a este baile estúpido, al menos me vería bien.
El vestido era ajustado en la parte superior, con una pequeña abertura en la pierna izquierda, lo suficientemente elegante como para no parecer que me importaba demasiado, pero con un toque de provocación. No había forma de que me viera débil o fuera de lugar. Alex Hill no me haría sentir inferior esta noche.
Apenas bajé del auto y llegué al gimnasio decorado como si fuera una película de Hollywood barata, lo vi. Alex, con su estúpido esmoquin negro perfectamente ajustado y una flor roja en el bolsillo, haciendo juego con mi vestido.
Era ridículo lo bien que se veía, como siempre. Como si hubiera salido directamente de un anuncio de Ralph Lauren o algo así. Seguro que llevaba algún perfume caro, porque incluso a metros de distancia, pude oler ese aroma embriagante. ¿Sauvage de Dior? Claro, tenía que ser ese.
Él estaba rodeado de un grupo de chicos y chicas, todos riéndose y hablando, como si el mundo girara a su alrededor. Mi rabia burbujeó en mi pecho. Lo odiaba tanto.
Cuando nuestras miradas se cruzaron, su sonrisa arrogante se amplió, como si supiera exactamente lo que estaba pensando. Y claro que lo sabía. Era su especialidad, meterme bajo la piel. Mientras me acercaba, se inclinó ligeramente hacia adelante, sacudiendo la flor en su bolsillo, burlándose.
—Clair, llegas justo a tiempo. Pensé que te habías acobardado.
Rodé los ojos y me acerqué con pasos firmes, tratando de ignorar el hecho de que lucía como si fuera la estrella de la noche.
—Solo estoy aquí para no perder esos malditos 10 puntos. No creas que esto tiene algo que ver contigo.
Su sonrisa se ensanchó, como si acabara de ganar un punto más en su absurdo juego.
—Claro, porque a mí me encanta pasar tiempo con alguien tan encantadora como tú.
Mis manos se cerraron en puños, pero antes de que pudiera responder, una de las organizadoras, la señorita López, apareció frente a nosotros con una sonrisa de oreja a oreja.
—Chicos, ¿ya se tomaron su foto? —preguntó animadamente, como si fuera lo más emocionante del mundo.
—¿Foto? —dije, levantando una ceja.
—Sí, para el anuario de fin de año, querida. Todas las parejas del último año deben tomarse una foto para que quede registrada.
Alex puso su brazo alrededor de mis hombros antes de que pudiera reaccionar.
—Vamos, Clair, será divertido —dijo en un tono que sabía que me iba a sacar de quicio.
Lo miré, con la mandíbula apretada. "Fun" no era la palabra que usaría para describir esta noche.
Nos llevaron hacia una pequeña sección decorada con luces, donde una cámara esperaba. El maldito anuario. ¿Quién se inventó esto?
—¿Lista para sonreír? —dijo Alex, inclinándose hacia mí.
—Oh, claro, estoy encantada. —respondí sarcásticamente.
El fotógrafo nos dirigió, pidiéndonos que nos pusiéramos uno al lado del otro. No quería estar ni a un metro de él, pero ahora tenía su brazo sobre mí, y estábamos apretados en esa ridícula escena de "pareja perfecta."
Cuando el fotógrafo iba a tomar la foto, Alex hizo algo que no vi venir. Giró hacia mí, tomó mi rostro entre sus manos y me besó.
Si, me besó.

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Dime que me odias
Teen FictionMia Clair y Alex Hill han pasado toda su vida compitiendo. En la escuela, en las pistas, en cada maldito lugar donde se cruzan. Ella lo odia con cada fibra de su ser. Él, en cambio, adora que lo odie. Porque hay algo en la forma en que Mía frunce el...