Alex
Desde mi mesa, observaba a Mia y Alisson riéndose de algo. Parecía estar más despreocupada de lo usual, riendo como si no tuviera una sola preocupación en el mundo. No pude evitar una pequeña sonrisa al verla así.
Pero claro, alguien tenía que venir a arruinarlo. Y ahí estaba, el perfecto, santurrón de Ethan, acercándose con su gran sonrisa y ese ramo de flores como si fuera un caballero en un maldito cuento de hadas.
Lo vi inclinarse hacia ella, extendiéndole las flores y hablando con esa voz cuidadosa que probablemente ensayó frente al espejo. Un nudo en el estómago comenzó a formarse, y mis puños se apretaron bajo la mesa. ¿Quién demonios se creía que era? Ethan no era su tipo. No tenía nada en común con ella. Ni siquiera la conocía bien, pero ahí estaba, como si él tuviera algún derecho de... ¿qué? ¿De hacerla sonreír de esa forma?
Mia aceptó las flores sin siquiera pensarlo, sonriendo como si estuviera impresionada. Y esa maldita sonrisa... No podía creer que cayera tan fácil, que le diera a él esa atención como si cualquier tonto con un ramo pudiera hacerla feliz. ¿No era ella quien siempre decía que no le gustaban los chicos como él? Porque si ese era su tipo, entonces claramente yo no tenía ni la más mínima idea de lo que quería. Y ahí estaba, con esa mirada radiante, como si yo nunca hubiera estado en la ecuación, como si yo no existiera.
La imagen de los dos juntos me persiguió el resto de la semana. Cada vez que pasaba por los pasillos, ahí estaba él, caminando junto a ella, hablando, haciéndola reír. Sus risas resonaban en mi cabeza, y no podía evitarlo. Me volvía un idiota, lanzando miradas cada vez que los veía en la cafetería o en el receso, y cada vez la rabia me invadía más. Parecía tan natural, tan tranquilo, como si tuviera el derecho de estar con ella. Pero ¿qué derecho tenía él? ¿Qué demonios podía ofrecerle que yo no pudiera?
Cada vez que los veía juntos, me decía a mí mismo que esto no era más que una irritación, un fastidio que pasaría. Pero la verdad era que el simple hecho de verlos juntos me sacaba de quicio. Lo hacía quedar como un completo idiota frente a ella, como si yo fuera el único que se estaba dando cuenta de lo ridículo que era todo esto. Al final, no era nada. O al menos, eso me repetía una y otra vez en la cabeza, como si eso pudiera borrar la imagen de Ethan y su sonrisa estúpida tratando de ganarse su atención.
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Mia
La música retumbaba en toda la casa, mezclándose con las risas y las conversaciones de todos alrededor. Yo no era particularmente fan de las fiestas llenas de gente, pero Alisson había insistido en que viniéramos juntas. Además, sabía que Ethan estaría allí, y, después de nuestra salida reciente, la idea de pasar más tiempo con él no sonaba nada mal. Desde que había comenzado a salir con él, sentía que podía distraerme de... otras cosas. O de otras personas, para ser exacta.
Nos movíamos entre el gentío, saludando a amigos de la escuela. Ethan me saludó con una sonrisa amplia, y como siempre, tenía esa energía despreocupada que hacía que me sintiera cómoda. Decidió sacarme a bailar en medio de la multitud, con una seguridad que contrastaba con lo nerviosa que yo me sentía. Pero su risa era contagiosa, y al poco rato, hasta yo me estaba divirtiendo, dejándome llevar por la música y los chistes tontos que hacía.
Todo estaba perfecto... o al menos, eso creía yo, hasta que sentí una mirada fija sobre mí. Intenté ignorarlo, enfocándome en Ethan, pero esa sensación me tenía inquieta. Fue cuando giré un poco, haciendo como si nada, que lo vi: Alex estaba a un lado de la sala, apoyado en una de las columnas, observándome con una expresión que no pude descifrar. Fruncía ligeramente el ceño, y aunque no había ningún rastro de sonrisa en su rostro, tampoco se movía. Solo... me miraba.
No podía negar que su presencia alteraba algo en mí. Lo sabía, pero, ¿por qué parecía tan molesto? Me obligué a ignorarlo. Volví a sonreírle a Ethan, dejando que me girara y riendo ante sus comentarios. Sin embargo, no pasó mucho tiempo antes de que sintiera una presencia acercándose. Sentí una especie de corriente eléctrica, algo que solo sucedía cuando él estaba cerca. Me giré y ahí estaba Alex, con una expresión que parecía oscilar entre el enfado y la burla.
—¿Así que con flores y música se gana tu atención? —me soltó, con una media sonrisa arrogante que no podía ocultar el tono cortante de sus palabras—. Jamás pensé que fueras tan fácil de impresionar.
Sus palabras cayeron como una losa. Sabía que Alex tenía un don para molestarme, pero esta vez lo hizo de un modo distinto, uno que dolía más de lo que estaba dispuesta a admitir. Sentí una mezcla de sorpresa y rabia burbujeando en mi interior, y antes de pensarlo, le lancé una mirada fulminante.
—¿Perdón? —repliqué, intentando que mi tono sonara frío, aunque sentía el calor subir a mis mejillas—. ¿Y quién te dio permiso de juzgar a la gente con la que paso mi tiempo?
Vi su mandíbula tensarse, y por un momento sus ojos, brillantes y oscuros, se encontraron con los míos. Estaba furioso, pero yo también. Tenía la certeza de que podía escuchar mi corazón latiendo desbocado, aunque intentara parecer imperturbable.
—No sé, Mia —continuó, dando un paso más cerca de mí, su voz baja pero cargada de ironía—. Solo me sorprende verte entretenida con... tipos como él.
Sentí cómo mi enojo crecía a cada palabra que salía de su boca. ¿Qué se creía? ¿Que podía opinar de mi vida como si tuviera algún derecho? En ese momento, Ethan se había alejado para buscar algo de beber, y eso me dejó cara a cara con Alex, sin nadie alrededor que pudiera suavizar el ambiente tenso que él mismo había creado.
—¿Y qué pasa con "tipos como él"? —le solté, notando cómo cada palabra tenía un filo más agudo de lo que pretendía—. ¿Crees que tienes alguna autoridad sobre mis decisiones? Porque si es así, me temo que estás muy equivocado.
Él soltó una pequeña risa sin humor, una que solo incrementó mi enfado. No se apartaba ni un milímetro, y yo podía ver sus ojos oscuros mirándome con una mezcla de burla y algo más, algo que no lograba descifrar.
—Simplemente, no me explico cómo alguien como tú puede conformarse con... eso —respondió, inclinando ligeramente la cabeza en dirección a donde Ethan estaba con los vasos.
Eso fue suficiente para quebrar cualquier paciencia que pudiera quedarme. Todo el peso de sus palabras me cayó encima como una bofetada. Me acerqué un poco más a él, sintiendo que el ambiente se hacía aún más denso, y mis palabras salieron en un susurro afilado.
—Sabes qué, Alex... —lo miré, y pude ver cómo su respiración también se aceleraba, como si mis palabras tuvieran algún efecto sobre él—. Que no soportes verme feliz no es mi problema. Lo que hago y con quién lo hago no te incumbe.
Hubo un momento en que nuestras miradas quedaron atrapadas, y por un segundo todo alrededor se difuminó. La música, las luces, las personas, todo parecía desaparecer. Alex y yo estábamos tan cerca que apenas había espacio entre nosotros, pero ninguno de los dos retrocedió. Por primera vez, sus ojos, tan intensos como una tormenta, parecían reflejar algo que no era simple arrogancia. Algo más profundo y vulnerable.
—Quizás —contestó él, su voz un susurro bajo, tan cerca de mí que pude sentir su aliento—, pero me parece triste conformarse con menos.
Esa fue la gota que colmó el vaso. Antes de poder responderle, sentí una mano sobre mi hombro. Era Alisson, mirándonos con los ojos abiertos de par en par, consciente de la tensión que flotaba en el aire entre Alex y yo.
—¿Todo bien? —preguntó ella, lanzando una mirada entre ambos, intentando descifrar el momento.
Asentí rápidamente, alejándome de Alex sin mirarlo, y, sin decir más, caminé hacia la salida de la sala con Alisson a mi lado, respirando profundamente para controlar el torbellino de emociones que sentía. Me prometí no volver a mirar atrás, y menos a él.
Pero aun cuando me fui, y la distancia entre nosotros se incrementaba, sabía que el eco de esa tensión, de ese momento, quedaría en mí por mucho tiempo.

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Dime que me odias
Teen FictionMia Clair y Alex Hill han pasado toda su vida compitiendo. En la escuela, en las pistas, en cada maldito lugar donde se cruzan. Ella lo odia con cada fibra de su ser. Él, en cambio, adora que lo odie. Porque hay algo en la forma en que Mía frunce el...