Alex
No sé en qué momento esta noche se convirtió en un juego de equilibrio... o en un desafío de supervivencia.
Creo que fue en algún punto entre el cuarto y el quinto trago. ¿O fue en el sexto?
Honestamente, ya ni idea.
Todo a mi alrededor está tan borroso como mi habilidad para pensar con claridad, pero ¡oye!, aquí estoy, de pie... o al menos creo que estoy de pie. ¿O no? Sería bueno confirmarlo, pero girar la cabeza suena a un desafío que no sé si estoy listo para asumir.
—¡Salud! —alguien me pasa otro vaso, y me encuentro mirándolo fijamente, como si el vaso fuese la gran pregunta de la vida. ¿Qué significa este vaso? ¿De qué está hecho? ¿Cuántos más de estos puedo tomar antes de desplomarme como una roca?
Y entonces, justo cuando estaba a punto de pensar en algo importante (o no, quién sabe), lo primero que me viene a la cabeza es Mia. ¿Por qué diablos estoy pensando en ella? Esto no tiene sentido. Aquí estoy, en una fiesta, rodeado de gente, música, risas... y de repente aparece en mi cabeza, como si fuera un comercial de televisión que no puedes saltarte. Ella, con esa mirada de "me importas cero" y esa sonrisa de "sé que te molesto".
Ah, y claro, ese beso en el ascensor...
Ese beso. Ese maldito beso que me dio como una descarga eléctrica. ¿Fue un segundo? ¿Dos? ¿Treinta? Ni idea, pero seguro que fue... algo. Fue como si el universo se hubiera detenido en el acto solo para que yo pudiera recordar cada detalle de sus labios en los míos. Y ahora, borracho como estoy, esos recuerdos se meten en mi cabeza como si fuera una fiesta sorpresa.
—¡Otro trago! —grito, alzando el vaso vacío como si fuera un trofeo. ¿Sirve de algo? Claro que no. Pero ya estoy en esta, así que finjamos que sí.
Mientras me tambaleo por el lugar, me río solo, recordando lo cerca que estuvo, cómo me miró... aunque también recuerdo que, obvio, me empujó al final. Como siempre, dejándome colgado. Pero hey, no le puedo culpar; si el juego de ella es verme enloquecer, está ganando.
Cierro los ojos y la imagino aquí, mirándome con esos ojos de "te odio" tan suyos. Y claro, borracho como estoy, mi mente decide irse de viaje. ¿Qué hubiera pasado si el beso en el ascensor no hubiera terminado ahí? ¿Y si, no sé, no se hubiera apartado? ¿Y si yo, muy galán, la hubiera empujado contra la pared y...?
—Alex, bájale a la fantasía —me digo en voz alta, y comienzo a reírme como un idiota.
Un grupo de chicos me mira, como si acabara de decir que los gatos pueden volar.
Tal vez piensan que estoy loco, y oye, no los culpo. Mia está en mi cabeza y cada trago hace que la imagen de ella sea más clara. Sí, definitivamente estoy loco. Nadie me avisó que besarla sería una trampa de locura.
En ese instante, tropiezo con algo. ¿Un zapato? ¿Mi propio pie? ¿El aire? Y mientras trato de recobrar el equilibrio como un campeón olímpico, me río entre dientes. A ver, Alex, enfócate. Me sacudo el pelo con aire de grandeza, esperando que nadie haya visto mi casi caída, y sigo divagando sobre Mia.
—Sí, así es —murmuro, riendo—. Ella me besó... bueno, ¡fue un accidente del ascensor! O, o tal vez el universo... algo hizo.
De todas formas, no tengo idea de qué estoy diciendo, pero me hace gracia. Así que me río más, como si acabara de contar el mejor chiste de mi vida. Y en medio de mis propias risas, otro recuerdo de ella me golpea:
Esa mirada de "te odio" que me encanta.
Esa forma de apretar los labios, como si estuviera a punto de gritarme algo, y ese cabello, siempre despeinado de forma perfecta.

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Dime que me odias
Teen FictionMia Clair y Alex Hill han pasado toda su vida compitiendo. En la escuela, en las pistas, en cada maldito lugar donde se cruzan. Ella lo odia con cada fibra de su ser. Él, en cambio, adora que lo odie. Porque hay algo en la forma en que Mía frunce el...