CAPÍTULO 37

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Diciembre, 2009

Era cierto que cuando los primogénitos de ambas familias estaban juntos nunca hubo tipo de habladurías y respetaban a lo que ellos llamaban una amistad, la otra cara de la moneda era que todos esperaban el momento donde estos confirmen que estaban juntos — alianza a la que muchos temían, pero que estaban mentalizados que pasaría — Pasando los años esto se veía más lejos, pues jamás habían mostrado algún interés amoroso, ni cuando regresaron la primera vez de América del Norte, nunca dieron indicios que estos estuvieran en una relación o el mínimo interés entre ambos, pues siempre se mostraron libres en su amistad, las demostraciones de afecto seguían siendo las misma, la preocupación o la calidad de su tiempo compartido; esto significaba tranquilidad para los podres de ambos, pues no debían de preocuparse de ninguna manera que ellos estuvieran compartiendo el mismo techo o estilo de vida a lo que ellos llamaban "una vida normal".

Obviamente eso era hasta aquel medio día que estaban colocando todos los regalos debajo del árbol mientras compartían Darrell y Demian las buenas nuevas de las empresas, el largo crecimiento que estaban teniendo en Medio Oriente y las fructíferas alianzas con los Neerlandeses, Irina y Gabrielle compartiendo uno que otro viaje de satisfacción o el hecho de que casi expulsaran a Khristeen del internado por ser la cabecilla de las travesuras en aquel internado que ahora no bastaba la millonada de libras que pagaba, la pequeña rubia estaba pendiendo de un hilo y eso no tenía nada contentos a sus padres.

—Mamá, puedes dejar de comentarlo. Nadie tiene porqué enterarse.

—Si no quieres que comente, empieza a portarte bien.

—Este año será mejor — la madre de la castaña le sonreía — a veces pienso que hemos hecho mal en dejar que los tres crezcan solos.

—Claro que no, no lo hicieron; les hemos dado la mejor educación y las mejores institutrices. Todo lo que sucede ahora es capricho de ellos.

—Tía, no seas como mi madre.

—Khris, tu madre tiene razón. Se han vuelto caprichosos y creen que nadie les puede mandar. Camille ha llegado con una actitud de los mil demonios, no quiere que opine de ninguna manera sobre su vida y tampoco quiere comentar como le va.

—Me extraña — la mira apenada Irina a Gabrielle — ¿Crees que esté sucediendo algo? Aleksandr también estaba de mal humor apenas llegaron, pero ya sabes cómo es, le dura el enojo dos segundos.

—Será porque discutieron los tórtolos — Khristeen comenta con obviedad, los cuatro voltearon a verla esperando que brinde mayor información — ¿Qué?

— ¿Cómo que qué? — su madre cada segundo fruncía más el ceño — ¿Qué tórtolos, Khristeen? ¿De qué estas hablando?

— Por favor, no me digan que no se han dado cuenta que Cam y Alek — hizo una seña con los dedos — están juntos. Son novios, pareja, enamorados o como quieran llamarlo.

—¿De qué estas hablando? — la voz gruesa del padre de Camille hablaba de la poca gracia que le hacia esa noticia — ¿Desde cuándo, Khris?

Se encoge de hombros — No sé, quizá hace un año o dos — los adultos la miran como si tuviera tres cabezas; no podía ser posible que sean meses de esa relación y no lo habían notado — ¿Por qué actúan así? Sabíamos que esto pasaría en algún momento.

— Viven juntos, Khristeen — a Gabrielle no le gustaba la idea — estamos hablando que las señoritas no pueden estar conviviendo de buenas a primeras con el primer chico que se encuentren.

—Tía, pero es Alek — se mostraba fastidiada, estaban hablando de su hermano, no de un desconocido; sabían de donde provenía y como era de respetuoso, sobre todo si se hablaba de Camille. Porque si antes de ser novios ya daba la vida por ella, no tenía duda que ahora era la razón por la cual respiraba, por los ojos que miraba y por la única persona que su corazón bombeaba — creo que no deberían preocuparse.

Sobre la Piel de mi VerdugoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora