CAPÍTULO 2

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SUBCONSIENTE REVELADOR

DICIEMBRE, 2004

-Están locos si creen que vamos a permitir eso – los señores Pride junto con los Harford estaba en contra de lo que sus hijos proponían - ¿solos, en América?

-Quiero ganarme las cosas por mis propios medios y sobre todo tener una vida normal – Era ilógico lo que su única hija estaba pidiendo – No veo el punto de quedarme aquí cuando ni siquiera nos vemos

-Y es por el trabajo. Te podemos dar todo, no es necesario que lo consigas con tus medios – Esa no era la única preocupación del padre de la jovencita

-Alek – el padre de este lo miro imperturbable – nos parece bien que quieras hacer las cosas a tu modo y muy maduro pensar desde ya en la universidad, pero Camille va a cumplir los catorce años y no están en edad de compartir una casa ustedes solos

-No veo el problema, siempre lo hemos hecho, ustedes nunca están y nosotros nos la vemos solos y las veces que no llevan a Khristeen, vemos por ella – siempre había sido calmado para hablar, podría ser el hijo que cualquiera quisiera, no era problemático, tenía las mejores calificaciones, era deportista, no había cosa que hiciera que no la haga a la perfección. Todo lo que los padres quieren de sus hijos, solo tenía un pequeño problema; esa manera distante de ser con las personas que no le interesaban.

– Ya no eres un niño y ella tampoco – intervino la señora Harford

-¿Qué quieren decir? - preguntaron los dos a la vez

-Que ya están empezando la edad de la curiosidad y dos adolescentes con las hormonas disparadas no es bueno, para nadie – explicó la señora Pride. El rostro de Camille se tiñó de carmesí mientras de un joven Aleksandr se endureció con aquella aberración que acababa de escuchar.

-Eso es imposible, sería como involúcrame con mi hermana – a la pequeña Camille le afecto, tenía razón... eran como hermanos, pero de un tiempo atrás ella había empezado a tener una pequeña afinación por notarlo y podría decirse que más de lo debido

-Y es por eso que nosotros nunca tendríamos algo – completo desanimada regalando una sonrisa muy tensa

-Yo estoy en contra de esto y no voy a cambiar de opinión – el señor Pride estaba poniendo el punto final

-¡¿Por qué?! – reclamó Camille - ¡Nunca me ven y aun así me quieren tener metida en algo como esto!

-Camille – el muchacho la tomó de la mano – Tranquila, no es necesario esto.

Ella era la explosiva, la que ejecutaba todo a su modo; él era más pasivo pues le había tocado compartir con alguien y ese alguien era su hermana, él estaba acostumbrado a ceder, al principio le afectó, pero al pasar del tiempo comprendió que lo que más importaba en la vida era que Khristeen no pasara lo que él y Camille habían pasado, no quería que ella se sienta sola o por momentos se sienta invisible, y si para eso tenía que bajarle el mundo a los pies, lo hacía. Del mismo modo veía a Camille, ella era hija única y debía ser más complicado, él podía llegar a casa y saber que estaría su pequeña hermanita, en cambio ella no.

Admiraba lo fuerte que podía llegar a ser, ella no se quejaba, siempre sonreía. Muchas veces la había escuchado llorar, pero era difícil que lo hiciera frente a él o a cualquier persona, su personalidad de rasgos fuertes la hacían más orgullosa y un tanto déspota, pero sabía que detrás de todo eso estaba la delicada Camille, la que no era rebelde, la amable, amorosa y sobre todo protectora.

***

Poco tiempo después llegó la despedida.

A Khristeen la mandarían a un internado y no porque no la quisieran tener; la realidad de ella era diferente a de los dos mayores, ella había sido consentida y mimada, eran pocas las veces que la dejaban... la mayoría de veces la llevaban con ellos, su educación había sido en casa, contrario a Aleksandr y por eso que Khristeen quería ir a un internando donde pudiera hacer amigos. Aleksandr contaba con el permiso para irse del continente.

Sobre la Piel de mi VerdugoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora