CAPITULO 29

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Agosto, 2009

Pasando los días el amigo de Aleksandr dejaba notar interés por su pequeña novia, negar los sentimientos que iban aflorando desde el día que se la había presentado era cuasi inviable, su energía, el carisma y el hecho de que no fingía solo por caer bien; a Camille simplemente le importaba muy poco lo que los demás pensaran de ella, a esto se tenía que sumar sus impresionantes facciones, lo atraían de manera impura y si él tuviera que ser honesto, no sentía remordimiento alguno.

A veces se quedaba pensando cómo sería si los dos estuvieran juntos ¿sería como ella es con Aleksandr? Lo que si sabía es que no sería tan confiado como el pelinegro, que parecía estar tan seguro de los sentimientos de su novia que no le importaba quien los rodeaba; jamás había visto una pelea de ambos o alguna discusión mínima por celos, los dos se mostraban tan seguros que jamás una escena había sido presenciada por ninguno de los que lo rodeaban.

Siendo consciente, la situación era compleja. Solo le quedaba disimular cuando su amigo estaba presente, rogando tener la suerte de estar a solas con ella para que la castaña lo notara, y así lo hizo, nunca malgastaba la ocasión para dejar entre ver su interés.

No contaba que para la chiquilla era tan común que la gente la alagara que un comentario más o menos de su parte no significaba ni el ápice de un grano de arena, menos porque la muchachita solo tenia ojos para el pelinegro que cada día que pasaba lo veía mejor y sentía enamorarse más de él. Porque si debía explicar lo que sentía por él, simplemente no le alcanzaría las palabras, de hecho no habría palabra que demostrara o sintetizara lo que ella sentía; Aleksandr era su lugar seguro, su hogar y donde el amor se volvía palpable.

El cuerpo repleto de gotas se acercaba a ella después del chapuzón profundo al que se había sometido en el mar.

-Bonita – sacudió su cabello mojándola y acercándose a besar sus labios - ¿segura que no quieres entrar?

-Ahora no – lo volvió a acercar para darle otro beso – después, quiero seguir disfrutando del sol.

-Tortolos estoy aquí – Sebastián parecía tan amigable con ellos, había sido un respiro después que muchos juzgaran su relación por la forma que había empezado – ya es hora de ir a comer.

-Sí, vamos a comer – Camille ya estaba hambrienta, solo contaba con un panecillo en el estómago.

-Entonces, iré a dejar la tabla y el traje, ahora los alcanzo – el bolso de Camille tenía lo inimaginable, libros, apuntes y aquel modelo de negocio que estaba conformando con Aleksandr, que sería parte de su estrategia de inversión a fin de año cuando parte de su fideicomiso ya sea perceptible en su cuenta y esperaba con ansias aquel día porque significaba que ya no estaría cogiéndolo del cuello con la idea que debía regirse por la forma de trabajo de su padre.

-Separemos un lugar antes de que todos lo empiecen a abarrotar – Sebastián ayudo a Camille con su bolso, mientras esta tomaba las pertenencias de su novio y este la abrazaba para darle otro beso – pueden dejar de ser tan melosos, solo iremos a comer, no es que se van a separar por años – lo chiquillos rieron por su comentario.

-No seas envidioso – Camille lo tomo del brazo para avanzar – te esperamos.

-Ahora voy. Me pides una bebida helada y una hamburguesa doble.

-Lo de siempre.

El restaurante no estaba a más de once minutos caminando, nunca imaginaria que en ese lapso tan corto podrían pasar tantas cosas.

Una moto a toda velocidad por poco arrollaba a Camille, la forma de salvarla de Sebastián fue empujándola haciendo que caiga de bruces contra el pavimento rasmillándose las rodillas y las palmas, dos segundos después entre el desespero de levantarla le arrebataron el bolso de la castaña que metros más allá lo dejarían tirado.

Sobre la Piel de mi VerdugoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora